LETRINA LETRINA #4 Noviembre - diciembre 2012 | Page 11
se llegará más rápido caminando. Y
aún cuando te quejes y te quejes de
la ciudad, de la gente, del gobierno,
de las tomas, y te prometas una y
otra vez que cuando seas grande te
irás a vivir muy lejos de aquí, al final
acabas dándote cuenta que Morelia
es parte de ti y que en algún punto
de la vida terminarás añorándolo
todo (o al menos, casi todo).
La primera vez que supe de la
posibilidad de hacer un semestre
de movilidad en cualquier parte de
la república, por supuesto que me
emocioné y me prometí hacerlo
en cuanto tuviera la oportunidad.
Recuerdo muy bien esa maravillosa
sesión informativa: la promesa de
que era sumamente fácil realizar
una estancia académica en cualquier
universidad, que necesitabas unos
cuantos papelitos que ni eran tan
importantes, que era segurísimo que
Santander (el banco que financiaba
las becas) te apoyaría con ese
estímulo económico con tal de que
desempeñaras un excelente papel
estuvieras donde estuvieras, y por
supuesto que no había que olvidar
que las personas encargadas de todo
este proceso exageraban en cuanto
a amabilidad y que te ayudarían
en todo lo que pudieran. Un año
después de esa plática decidí aplicar
para dicha beca, confiando en que
seguiría siendo igual de fácil como
me lo habían pintado 12 meses antes.
Sería una gran mentira si
asegurara que disfruté de todo el
papeleo que tuve que hacer, de la
gente que conocí en el departamento
de vinculación, de esas veces que
un día te decían “Felicidades has
obtenido la beca, puedes irte de
aquí ya” pero a la mañana siguiente
te reenviaban otro e-mail pidiendo
disculpas porque “los resultados que
te habíamos dado eran extraoficiales,
así que todavía no te emociones, ya
que no es seguro que te la den”.