LETRINA LETRINA #3 Septiembre - octubre 2012 | Page 36

Recordaba. Cada recuerdo era como una herida nueva. Pensaba, justificaba, volvía a recordar; y la vio. La vio ahí, tan cerca, tan inocente. Sin embargo, su instinto le decía que debía huir. No hizo caso, se quedó ahí en la cama, sólo puesta una trusa blanca; tan blanca como el color de su rostro al ver cómo ella se acercaba lentamente cual felino al acecho. Entonces el cuchillo, la sangre, los gritos de desesperación ahogados con una almohada…Ella, ella que reía histéricamente en el cuarto, ella que se estremeció momentos antes al contacto con sus labios; la misma que había dicho no le quitaría la virginidad; la que lo observó, la que habló con él cuando él sabía que debía callar. Se arrepentía, se arrepentía tanto. Estaba allí, en silencio, trazando, trazando… -El medicamento- dijo la voz tras de la puerta. De nuevo el medicamento, ocho semanas consumiéndolo a pesar de saber que en su estado ya no daría resultado. Todo había fallado, las terapias anteriores, individuales y múltiples; los antipsicóticos, la terapia electroconvulsiva… Y esperaban que los medicamentos, que ahora sólo los medicamentos… Los había engañado bien; pudo controlarse, pudo eliminar lo demás y mantener sólo el medicamento. Nadie lo notó, pero ella sabía: la esquizofrenia parecía controlada, pero no lo estaba. Cada vez, cada día se desarrollaba más y más, y más, más… No lo sacaba de su mente, no lo olvidaba. Veía el cuchillo, la sangre, él, lo blanco de las sábanas, lo blanco de su rostro, lo blanco de la trusa, el perla de su vestido. Más blanco el medicamento contrastando con la oscuridad de su mente, con la penumbra de sus ideas y sus alucinaciones. Esa esquizofrenia siempre tan generosa que inclusive le permitía recordar –o quizá alucinar- a Kafka, Borges, Cortázar; y también mantener citas y acuchillar a un pobre hombre no existente. 36 LETRINA SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2012