envejecido. Nada hacia el otro lado braceando con rapidez, en
medio de la piscina se detiene. Flota boca arriba en el agua mansa
como una barca a la deriva. El sol pica cada gota que dibuja estelas
en su piel.
-La felicidad debe ser esto -dijo Cristóbal aquella noche mientras
la abrazaba. Desde entonces pega la oreja en el vientre de su mujer,
esperando.
- Lo es.
- A mi hijo le enseñaré a no dejarse derrotar jamás, le enseñaré
las libertades. Míranos, somos felices y libres, hacemos lo que
queremos y sin rendirle cuentas a nadie.
- Hay que parar de vez en cuando, me crece la panza.
- La panza, sí, parece que te tragaste un planeta. –y de nuevo
pegaba la oreja, azul oreja de caracol sobre el vientre de Jandra- Es
mi universo este bebé. Esto deben sentir los dioses.
- Ahora soy como la vía láctea, -había dicho Jandra apretándose los
senos.
- Soy tu dios, dame de beber.
- He acá al hijo de dios… -ella acariciaba al niño que llevaba en
sus adentros.
- Échate una línea, Jandra, hay que morderle la cola a los
dragones, y que no se levanten. Ven mi cazadora, a trepar la cima.
- Ora no quiero, bebé. Quiero que el niño nazca bien. Tengo miedo
que le pase algo.
- ¿Y crees que yo quiero hacerle daño?
- No tú, bebé, no tú, pero quién sabe si…
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