controlar el devenir de los días, ni el marcaje que existe dentro de
todos los destinos. Jandra tragaba aire y sumergía la cabeza en la
piscina:
-Conseguí que me dieran un poco más. Pero tenemos que venderlo.
No podemos quemarlo…
- Tengo frío…
- Si lo hacemos y no lo vendemos, vamos a aparecer en pelotas y
sin cabeza en alguna calle del sur de la ciudad, o en alguna cajuela.
- Yo me quedo con tu cabeza, la guardaré en una pecera.
- Cásate conmigo. – Cristóbal la consentía. Y la felicidad estaba
en esas cuatro paredes en que permanecían, en el colchón, el sucio
baño, los brazos entrelazados, la venta de uno a otro lado de la
ciudad. Para el descanso siempre estaban sus cuerpos adelgazados,
la falta de higiene, o el agua fría que lo cortaba todo, o se filtraba
en el intento. ¿Son esos tus excrementos?
- Estoy embarazada. –Cristóbal abrió los ojos. El golpe de sangre
le ayudó a ordenar sus pensamientos. Desde el sitio donde estaba
recostado, levantó los brazos:
- Soy el rey, el dios eterno de tu carne. Y he acá a mi principito. –le
acariciaba a Jandra el vientre plano.
34
Jandra respira lento mientras atraviesa la piscina como si
atravesara de nuevo el tiempo. Una mueca aparenta el recuerdo
de ese pequeño lapso de felicidad que le tocó vivir, y una y otra
y otra vez trata de encontrar, mientras bracea, esos pedazos de
alegría para rescatarlos y hacerlos suyos, suyos y de nadie más. No
todo puede pasar en lágrimas y enojos. Aquello de En el principio
pasó tan rápido, algún monstruo volteó aprisa las hojas de su
historia. Sumergiendo la cabeza, Jandra espera que el agua le corra
las lágrimas, y el sol arranque algo de la humedad de su cuerpo