LETRINA LETRINA #12 Marzo - abril 2014 | Page 31

hora diaria para mantener la juventud del cuerpo, pero los fines de semana que se queda sola, nada y nada, y descansa remojada en la piscina, hasta que la piel se le vuelve como el de una salamandra que habita los helechos de este melodrama que no para de consumirla. Hace tres años que los días pasan a tiempo, precisos. Jandra se despierta siempre a las 5 de la mañana, enciende un churro, aspira y retiene largamente, hasta que la claridad se le mezcla en los ojos. La vida de refugiada quizá sí es conveniente. Al menos ha dejado atrás los ácidos y los aceites, pero uno no puede arrancarse los vicios de un día para otro; además, falta que quiera; y ella sostiene en cada dedo el orgullo canábico de las libertades, rasposas y de aromas dulzones, que la mantienen en la tranquilidad de sentirse poderosa, ilusionada en este espacio de felicidad que nunca la apura y la mantiene cuerda. Érase una vez un hogar desparramado y tres niñas olvidadas en las habitaciones; no, érase una vez una chica montada en caballito de madera –los padres discutiendo-, que venía de viaje a consolarla por la infancia en que había crecido, la infancia de cada quien y cada cual su propia infancia, ¿acaso otros tienen mejor niñez si se admiten igual de débiles e inocentes?; el fantasma de sus primeros años llega con los cirqueros, de trapecista, resbalando en el circo familiar que le tocó vivir. Repasando las noches brumosas, las noches en que no pudo huir, sin desinterés ni culpas descaradas, sin decir así crecí, sino con la claridad de saberse el resultado de sus propias decisiones, lo que ella ha querido ser para ella misma, sin ataduras. No es bueno culpar a los demás de nuestros propios actos; jala y sostiene el humo en la boca, en la garganta. Va dejando salir el humo de a poco, expulsando igual las tristezas, se mira en traje de baño y se admite hermosa. No intenta probar el agua de la piscina, brinca hacia dentro de ella. La mariguana del amanecer siempre le aclara la mente, le impide 31