Lenguas Indígenas en Riesgo. Kiliwas Cantos de Trinidad Ochurte. Primera edición, 2006 | Page 14
propia de un medio desértico, formada por lechuguilla, cholla, agave, yuca y
biznaga.
En el año 2000 el INEGI registró un total de 52 hablantes de kiliwa. Sin
embargo, la realidad muestra que el número es mucho menor, pues no llegan
a diez las personas que conocen y hablan la lengua. Además, algunos datos
indican que el total de descendientes kiliwas es de sólo 100 personas, que en su
mayor parte se encuentran dispersas.
Los kiliwas forman parte del pueblo yumano, lo cual, a pesar de su condición
de minoría, representa para ellos un rico legado histórico y cultural, cuyo valor
aumenta en la medida en que avanzan los factores globalizantes frente al
reconocimiento de la interculturalidad. Su cultura material, como los utensilios de
piedra y cerámica y los petrograbados, son una evidencia de la antigüedad
de esta civilización y de los movimientos migratorios de los antepasados de los
integrantes de los pueblos yumanos, de los cuales son testimonio los senderos
que cruzan el desierto y pasan por numerosos cañones hasta ganar las alturas
de las montañas; así como las piezas de cerámica, las cenizas y otras señales del
establecimiento de campamentos efímeros. 9
Según los kiliwa, el mundo es una bolsa de cuero rojo elaborada con la piel
del creador, Meltí ?ipá jalá (u). Dentro de esa bolsa se encuentra todo lo que
existe: el cielo, la tierra, los hombres, las estrellas, los animales... El mundo
está dividido, básicamente, en dos ámbitos: el que se contempla y disfruta y el
que es etéreo y misterioso, ambos son partes de una misma realidad. Su deidad
principal es Meltí ?ipá jalá (u), el dios coyote-gente-luna. La luna es padre de
todas las cosas y la personificación de la muerte. El lugar donde reside se llama
“La casa del muerto”.
La vasta y rica cosmogonía kiliwa tiene frecuentes puntos de contacto con
la música. En la exposición mítica de la creación misma puede verse esta
relación:
Cuando despertó Meltí ?ipá jalá (u) se dio cuenta de que el humo había
hecho todos los senderos, las veredas, los caminos tanto de la tierra como
del cielo, y por esto se puso muy contento. Meltí... tuvo ganas de cantar,
pero no tenía acompañamiento. Fue entonces cuando se quitó el escroto,
la bolsa exterior de sus testículos. Tomándola entre sus manos con su
boca hizo: Mfffff!, mfffff!, así por tres veces consecutivas. Sacando de sus
pulmones un gran aire, se infló aquella bolsa de cuero en tal forma que
pudo meterse dentro de ella.
Así, Meltí... tuvo su sonaja, y cantando y fumando creó el cielo. El simbolismo
que encierra el hecho de que el dios se introdujera en la bolsa de sus propios
testículos se aclara un poco más en los siguientes versos:
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Ver Los primeros pobladores de la Baja California. Introducción a la antropología de la
Península, Anita Álvarez de Williams, p. 7.
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