Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 5
padre del Moñigo.
Daniel, el Mochuelo, no se cansaba nunca de ver a Paco, el herrero, dominando el
hierro en la fragua. Le embelesaban aquellos antebrazos gruesos como troncos
de árboles, cubiertos de un vello espeso y rojizo, erizados de músculos y de
nervios. Seguramente Paco, el herrero, levantaría la cómoda de su habitación con
uno solo de sus imponentes brazos y sin resentirse. Y de su tórax, ¿qué? Con
frecuencia el herrero trabajaba en camiseta y su pecho hercúleo subía y bajaba,
al respirar, como si fuera el de un elefante herido. Esto era un hombre. Y no
Ramón, el hijo del boticario, emperejilado 6 y tieso y pálido como una muchacha
mórbida 7 y presumida. Si esto era progreso, él, decididamente, no quería
progresar. Por su parte, se conformaba con tener una pareja de vacas, una
pequeña quesería y el insignificante huerto de la trasera de su casa. No pedía
más. Los días laborables fabricaría quesos, como su padre, y los domingos se
entretendría con la escopeta, o se iría al río a pescar truchas o a echar una
partida al corro de bolos.
La idea de la marcha desazonaba 8 a Daniel, el Mochuelo. Por la grieta del suelo
se filtraba la luz de la planta baja y el haz luminoso se posaba en el
techo con una fijeza obsesiva. Habrían de pasar tres meses sin ver aquel hilo
fosforescente y sin oír los movimientos quedos de su madre en las faenas
domésticas; o los gruñidos ásperos y secos de su padre, siempre malhumorado; o
sin respirar aquella atmósfera densa, que se adentraba ahora por la ventana
abierta, hecha de aromas de heno recién segado y de resecas boñigas. Dios mío,
qué largos eran tres meses!
Pudo haberse rebelado contra la idea de la marcha, pero ahora era ya tarde. Su
madre lloriqueaba unas horas antes al hacer, junto a él, el inventario de sus
ropas.
—Mira, Danielín, hijo, éstas son las sábanas tuyas. Van marcadas con tus iniciales.
Y éstas tus camisetas. Y éstos tus calzoncillos. Y tus calcetines. Todo va marcado
con tus letras. En el colegio seréis muchos chicos y de otro modo es posible que
se extraviaran.
Daniel, el Mochuelo, notaba en la garganta un volumen inusitado, como si se
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Emperejilado: Adornado con profusión y esmero
Mórbida: Blanda, delicada, suave.
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Desazonar: Disgustar, enfadar, desabrir el ánimo
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