Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 4
la base de este progreso.
Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto.
Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para
entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas
más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad,
los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después,
los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos.
¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de
esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad
se pierde mucho el tiempo —pensaba el Mochuelo— y, a fin de cuentas, habrá
quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo 3 de
un jilguero o una boñiga 4 de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y
caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.
Daniel, el Mochuelo, se revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro
chirriaron desagradablemente. Que él recordase, era ésta la primera vez que no
se dormía tan pronto caía en la cama. Pero esta noche tenía muchas cosas en qué
pensar. Mañana, tal vez, no fuese ya tiempo. Por la mañana, a las nueve en punto,
tomaría el rápido ascendente y se despediría del pueblo hasta las Navidades.
Tres meses encerrado en un colegio. A Daniel, el Mochuelo, le pareció que le
faltaba aire y respiró con ansia dos o tres veces. Presintió la
escena de la partida y pensó que no sabría contener las lágrimas, por más que su
amigo Roque, el Moñigo, le dijese que un hombre bien hombre no debe llorar
aunque se le muera el padre. Y el Moñigo tampoco era cualquier cosa, aunque
contase dos años más que él y aún no hubiera empezado el Bachillerato. Ni lo
empezaría nunca, tampoco. Paco, el herrero, no aspiraba a que su hijo progresase;
se conformaba con que fuera herrero como él y tuviese suficiente habilidad
para someter el hierro a su capricho. ¡Ése sí que era un oficio bonito! Y para ser
herrero no hacía falta estudiar catorce años, ni trece, ni doce, ni diez, ni nueve,
ni ninguno. Y se podía ser un hombre membrudo 5 y gigantesco, como lo era el
3
Rendajo:Ave, parecida al cuervo, pero más pequeña, de color gris morado, con moño
ceniciento, de manchas oscuras y rayas transversales de azul en las plumas de las alas, que abunda
en Europa, habita en los bosques espesos y es capaz de imitar el canto de otras aves
4
5
Excremento de algunos animales , especialmente del ganado vacuno y del caballar .
Membrudo: Fornido y robusto de cuerpo y miembros .
4