Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 205
¡Quino! Daniel se va a la ciudad y viene a despedirse.
Y bajó Quino. Y a Daniel, el Mochuelo, al ver de cerca el muñón, se le revivían
cosas pasadas y experimentabas una angustiosa y sofocante presión en el pecho.
Y a Quino, el Manco, también le daba tristeza perder aquel amigo y para disimular
su pena se golpeaba la barbilla con el muñón reiteradamente y sonreía sin cesar:
—Bueno, chico... ¡Quién pudiera hacer otro tanto...! Nada... lo dicho. —En su
turbación Quino, el Manco, no advertía que no había dicho nada—. Que sea para
tu bien.
Y después, Pancho, el Sindiós, se irritó con el quesero porque mandaba a su hijo
a un colegio de frailes. El quesero no le dio pie para desahogarse:
—Traigo al chico para que te diga adiós a ti y a los tuyos. No vengo a discutir
contigo sobre si debe estudiar con un cura o con un seglar.
Y Pancho se rió y soltó una palabrota y le dijo a Daniel que a ver si estudiaba
para médico y venía al pueblo a sustituir a don Ricardo, que ya estaba muy torpe
y achacoso. Luego le dijo al quesero, dándole un golpe en el hombro:
—Chico, cómo pasa el tiempo. Y el quesero
dijo:
—No somos nadie.
Y también el Peón estuvo muy simpático con ellos y le dijo a su padre que Daniel
tenía un gran porvenir en los libros si se decidía a estudiar con ahínco. Añadió
que se fijasen en él. También salió de la nada. Él no era nadie y a fuerza de puños
y de cerebro había hecho una carrera y había triunfado. Y tan orgulloso se sentía
de sí mismo, que empezó a torcer la boca de una manera espasmódica 711 , y cuando
ya se mordía casi la negra patilla se despidieron de él y le dejaron a solas con
sus muecas, su orgullo íntimo y sus frenéticos aspavientos.
711
Contracción involuntaria de los músculos
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