Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 194
—¡Qué! ¿Es un milagro o no es un milagro, señor cura?
Don José intentó apaciguar los ánimos, cada vez más excitados.
—Yo no puedo pronunciarme ante una cosa así. En realidad es muy posible, hijos
míos, que alguien, por broma o con buena intención, haya depositado el tordo en
el ataúd y no se atreva a declararlo ahora por temor a vuestras iras. —Volvió a
mirar insistentemente a Daniel, el Mochuelo, con sus ojillos hirientes como
puntas de alfileres. El Mochuelo, asustado, dio media vuelta y escapó a la calle.
El cura prosiguió—: De todas formas yo daré traslado al Ordinario de lo que aquí
ha sucedido. Pero os repito que no os hagáis ilusiones. En realidad, hay muchos
hechos de apariencia milagrosa que no tienen de milagro más que eso: la
apariencia.
—De repente cortó, seco—: A las cinco volveré para el entierro.
En la puerta de la calle, don José, el cura, que era un gran santo, se tropezó con
Daniel, el Mochuelo, que le observaba a hurtadillas, tímidamente. Elpárroco oteó
las proximidades y como no viera a nadie en derredor, sonrió al niño, le propinó
unos golpecitos paternales en el cogote, y le dijo en un susurro:
—Buena la has hecho, hijo; buena la has hecho.
Luego le dio a besar su mano y se alejó, apoyándose en la cachaba, a pasitos muy
lentos.
Capítulo XX
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