Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 149
—Las manos quietas, don Moisés —rezongó 556 . Arriba, en el pajar, el
Moñigo rió quedamente:
—Ji, ji, ji. Es una braga —dijo.
El Mochuelo y el Tiñoso rieron también. La confusión y el aparente enojo de la
Sara no ocultaban un vehemente 557 regodeo. Entonces el Peón comenzó a decirle
sin cesar cosas bonitas de sus ojos y de su boca y de su pelo, sin darle tiempo a
respirar, y a la legua se advertía que el corazón virgen de la Sara, huérfana aún
de requiebros 558 , se derretía como
el hielo bajo el sol. Al concluir la retahíla de piropos, el maestro se quedó mirando
de cerca, fijamente, a la Sara.
—¿A ver si has aprendido ya cómo son tus ojos, nena?
—dijo.
Ella rió, entontecida.
—¡Qué cosas tiene, don Moisés! —dijo.
Él insistió. Se notaba que la Sara evitaba hablar para no defraudar con sus frases
vulgares al Peón, que era uno de los que mejor hablaban en el pueblo. Sin duda la
Sara quería recordar algo bonito que hubiese leído, algo elevado y poético, pero
lo primero que le vino a las mientes fue lo que más veces había repetido.
—Pues... mis ojos son... son... vidriados y desencajados, don Moisés —dijo, y tornó
a reír en corto, crispadamente.
La Sara se quedó tan terne 559 . La Sara no era lista. Entendía que aquellos
adjetivos por el mero hecho de venir en el devocionario debían ser más
apropiados para aplicarlos a los ángeles que a los hombres y se quedó tan a gusto.
Ella interpretó la expresión de asombro que se dibujó en la cara del maestro
favorablemente, como un indicio de sorpresa al constatar que ella no era tan
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Gruñir, refunfuñar a lo que se manda, ejecutándolo de mala gana
Ardiente y lleno de pasión
Persona que tiene relaciones amorosas con otra
Perseverante, obstinado
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