Leemos el camino segundo A Los chicos leemos El camino versión 2 B con introd | Page 136
El rápido entró en el túnel silbando, bufando, echando chiribitas, haciendo
trepidar los montes y las piedras. Los tres rapaces estaban pálidos, en cuclillas,
con los traseritos desnudos a medio metro de la vía. Daniel, el Mochuelo, sintió
que el mundo se dislocaba bajo sus plantas, se desintegraba sin
remedio y, mentalmente, se santiguó. La locomotora pasó bufando a su lado y una
vaharada cálida de vapor le lamió el trasero. Retemblaron las paredes del túnel,
que se llenó de unas resonancias férreas estruendosas. Por encima del fragor
del hierro y la velocidad encajonada, llegó a su oído la advertencia del Moñigo, a
su lado:
—¡Agarráos a las rodillas!
Y se agarró ávidamente, porque lo ordenaba el jefe y porque la atracción del
convoy era punto menos que irresistible. Se agarró a las rodillas, cerró los ojos
y contrajo el vientre. Fue feliz al constatar que había cumplido ce por be lo que
Roque les había exigido.
Se oyeron las risas sofocadas de los tres amigos al concluir de desfilar el tren.
El Tiñoso se irguió y comenzó a toser ahíto de humo. Luego tosió el Mochuelo y,
el último, el Moñigo. Jamás el Moñigo rompía a toser el primero, aunque tuviese
ganas de hacerlo. Sobre estos extremos existía siempre una competencia
inexpresada.
Se reían aún cuando Roque, el Moñigo, dio la voz de alarma.
—No están aquí los pantalones —dijo. Cedieron las risas
instantáneamente.
—Ahí
tenían
tanteando en
que
estar
la oscuridad.
—corroboró
el
Mochuelo,
El Tiñoso dijo:
—Tened cuidado, no piséis...
El Moñigo se olvidó, por un momento, de los pantalones.
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