Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 90

. Su grito se oyó perfectamente desde el corral de Quino, El Manco, donde se reunían los invitados. El grito provenía del puente y todos miraron hacia el puente. La Josefa, toda desnuda, estaba subida al pretil, de cara al río, y miraba la fiera corriente con ojos desencajados. Todo lo que se les ocurrió a las mujeres para evitar la catástrofe fue gritar, redondear los ojos, y desmayarse. Dos hombres echaron a correr hacia ella, según decían para contenerla, pero sus esposas les ordenaron acremente 315 volverse atrás, porque no querían que sus maridos vieran de cerca a la Josefa toda desnuda. Entre estas dudas y vacilaciones, la Josefa volvió a gritar, levantó los brazos, puso los ojos en blanco y se precipitó en la oscura corriente de El Chorro. Acudieron allá todos menos los novios. Al poco tiempo regresó a la taberna el juez. Quino, el Manco, decía en ese momento a la Mariuca: —Esa Josefa es una burra—Era... —corrigió el juez. Por eso supieron la Mariuca y Quino, el Manco, que la Josefa se había matado. Para enterrarla en el pequeño camposanto de junto a la iglesia hubo sus más y sus menos, pues don José no se avenía a dar entrada en él a una suicida y no lo consintió sin antes consultar al Ordinario. Al fin llegaron noticias de la ciudad y todo se arregló, pues, por lo visto, la Josefa se había suicidado en un estado de enajenación 316 mental transitorio. Pero ni la sombra de la Josefa bastó para enturbiar las mieles de Quino en su viaje de 315 316 De manera propia de alguien con carácter acre o áspero. Acción y efecto de enajenar o enajenarse.