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hasta empapar la almohada y se juraba no volver a intervenir en el asunto. Mas a la
mañana siguiente olvidaba su determinación. Le gustaba demasiado Quino, el Manco,
para abandonar el campo sin quemar el último cartucho. Le gustaba porque era todo
un hombre: fuerte, serio y cabal 301 . Fuerte, sin ser un animal como Paco, el herrero;
serio, sin llegar al escepticismo 302 , como Pancho, el Sindiós, y cabal, sin ser un santo,
como don José, el cura, lo era. En fin, lo que se dice un hombre equilibrado, un hombre
que no pecaba por exceso ni por defecto, un hombre en el fiel.
Quino, en realidad, no creía en la tuberculosis. El mundo, para él, se componía de
delgados y gordos. Mariuca era delgada, como delgados eran doña Lola y doña Irene,
las Guindillas y Andrés, el zapatero. Y él era gordo como lo era Cuco, el factor. Pero
eso no quería decir que los otros estuvieran enfermos y ellos sanos. De la Mariuca
decían que estaba tísica desde que nació, pero ahí la tenían con sus veintitrés años,
lozana 303 y fresca como una flor.
Quino se acercó a ella sugestionado más que enamorado. Su natural tendencia le
inclinaba a las hembras rollizas, de formas calientes, caídas por su propio peso, y
exuberantes. Concretamente, hacia mujeres como la Josefa, duras, densas y
apelmazadas 304 . Pero Quino, el Manco, reflexionaba así: "En las ciudades, los señoritos
se casan con las hembras flacas. Algo especial tendrán las flacas cuando los señoritos
que tienen estudios y talento, las buscan así". Y se arrimó a la Mariuca porque era flaca.
A los pocos días, sí se enamoró. Se enamoró ciegamente de ella porque tenía la mirada
triste y sumisa como un corderillo y la piel azulada y translúcida como la porcelana. Se
entendieron. A la Mariuca le gustaba Quino, el Manco, porque era su antítesis: macizo,
vigoroso, corpulento y con unos ojos agudos y punzantes como bisturíes.
Excelente en su clase
Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo.
303
Dicho de una persona: De aspecto saludable.
304
Amazacotado, abarrotado, espeso.
301
302