Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 86

Roque, el Moñigo, dejó de admirar y estimar a Quino, el Manco, cuando se enteró de que éste había llorado hasta hartarse el día que se murió su mujer. Porque Quino, el Manco, además de la mano, había perdido a su mujer, la Mariuca. Y no sería porque no se lo avisaran. Más que nadie la Josefa, que estaba enamorada de él, y se lo restregaba por las narices a la menor oportunidad, muchas veces sin esperar la oportunidad siquiera. —Quino, piénsalo. Mira que la Mariuca está tísica 297 perdida. Quino, el Manco, se sulfuraba 298 . —¿Y a ti qué diablos te importa, si puede saberse? — decía. La Josefa tragaba bilis 299 y lo dejaba. Por la noche lloraba, a solas, en su alcoba 300 , Que padece de tisis. Irritar o encolerizar a alguien 299 Cólera, enojo, irritabilidad. 300 Dormitorio. 297 298