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Pero cuando a Roque, el Moñigo, se le ocurrió la idea de robar las manzanas del
Indiano, Gerardo ya tenía los tres barcos de cabotaje y la Mica, su hija, diecisiete años.
Por estas fechas, Daniel, el Mochuelo, ya era capaz de discernir 271 que Gerardo, el
Indiano, había progresado, y bien, sin necesidad de estudiar catorce años y a pesar de
que su madre, la Micaela, decía de él que era "el más tímido de todos" y de que andaba
por el pueblo todo el día de Dios con los mocos colgando y la baba en la barbilla.
Fuera o no fuera así, lo contaban en el pueblo y no era cosa de recelar que existiera un
acuerdo previo entre todos los vecinos para decirle una cosa que no era cierta.
Cuando saltaron la tapia del Indiano, Daniel, el Mochuelo, tenía el corazón en la
garganta. En verdad, no sentía apetito de manzanas ni de ninguna otra cosa que no
fuera tomar el pulso a una cosa prohibida. Roque, el Moñigo, fue el primero en dejarse
caer del otro lado de la tapia. Lo hizo blandamente, con una armonía y una elegancia
casi felinas, como si sus rodillas y sus ingles estuvieran montadas sobre muelles.
Después les hizo señas con la mano, desde detrás de un árbol, para que se apresurasen.
Pero lo único que se apresuraba de Daniel, el Mochuelo, era el corazón, que bailaba
como un loco desatado. Notaba los miembros envarados y una oscura aprensión 272
mermaba su natural osadía. Germán, el Tiñoso, saltó el segundo, y Daniel, el Mochuelo,
el último.
En cierto modo, la conciencia del Mochuelo estaba tranquila. Las manías de la Guindilla
mayor se le habían contagiado en las últimas semanas. Por la mañana había
preguntado a don José, el cura, que era un gran santo:
—Señor cura, ¿es pecado robar manzanas a un rico?
Don José había meditado un momento antes de clavar sus ojillos, como puntas de
alfileres, en él:
—Según, hijo. Si el robado es muy rico, muy rico y el ladrón está en caso de extremada
necesidad y coge una manzanita para no morir de hambre, Dios es comprensivo y
misericordioso y sabrá disculparle.
Daniel, el Mochuelo, quedó apaciguado interiormente. Gerardo, el Indiano, era muy
rico, muy rico, y, en cuanto a él, ¿no podía sobrevenirle una desgracia como a Pepe, el
Distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas. Comúnmente se refiere a
operaciones del ánimo.
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Escrúpulo, recelo de ponerse alguien en contacto con otra persona o con algo de que le pueda venir
contagio, o bien de hacer o decir algo que teme que sea perjudicial o inoportuno.
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