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La Lepórida miró de nuevo al techo, olisqueó el ambiente con insistencia y, ya en la
puerta, se volvió:
—Lola, sigo oyendo pisadas arriba.
—Está bien. Vete con Dios.
Pocas veces la tienda de las Guindillas estuvo tan concurrida como aquella tarde y
pocas veces también, de tan crecido número de clientes, salió una caja tan
mezquina 248 .
Rita, la Tonta, la mujer del zapatero, fue la segunda en llegar.
—Dos reales de sal —pidió.
—¿No lo llevaste ayer?
—Puede. Quiero más.
Al cabo de una pausa, Rita, la Tonta, bajó la voz:
—Digo que tienes luz arriba. Estará corriendo el contador.
—¿Vas a pagármelo tú?
—Ni por pienso.
—Entonces déjalo que corra.
Llegaron después la Basi, la criada del boticario; Uca, la del Chano; María, la Chata, que
también tenía el vientre seco; Sara, la Moñiga; las otras cuatro Lepóridas; Juana, el ama
de don Antonino, el marqués; Rufina, la de Pancho, que desde que se casó tampoco
creía en Dios ni en los santos, y otras veinte mujeres más. Salvo las cuatro Lepóridas,
todas iban a comprar sal y todas oían pisadas arriba o se inquietaban, al ver luz en los
balcones, por la carrera del contador.
A las diez, cuando ya el pueblo se rendía al silencio, se oyó la voz potente, un poco
premiosa 249 y arrastrada de Paco, el herrero. Iba éste haciendo eses por la carretera y
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249
Mezquina: falta de generosidad
Premiosa: falta de expedición o de agilidad.