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—Está bien, hermana; cámbiate de ropa. Yo vuelvo a la tienda. Cuando acabes puedes regar los geranios de la galería como hacías siempre antes de la desgracia. Mañana verás a don José. Has de lavar cuanto antes tu alma empecatada 245 . La Guindilla menor la interrumpió: —¡Lola! —¿Qué? —Me da mucha vergüenza. —¿Es que todavía te queda algo? —¿De qué? —De vergüenza. Irene hizo un mohín 246 de desesperación. —No lo puedo remediar, hermana. —Vergüenza debería haberte dado escaparte con un hombre desconocido. ¡Por Dios bendito que entonces no hiciste tanto remilgo 247 ! —Es que don José, don José... es un santo, Lola, compréndelo. No entendería mi flaqueza. —Don José comprende todas las flaquezas humanas, Irene. Dios está en él. Además, una buena confesión forma también parte de mis condiciones, ¿entiendes? Se oyó el tintineo de una moneda contra los cristales de la tienda. La Guindilla mayor se impacientó: —Vamos, decídete, hermana; llaman abajo. Irene, la Guindilla menor, Empecatada: de mala intención Mohín: mueca o gesto. 247 Remilgo: pulidez o delicadeza exagerada. 245 246