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La Guindilla mayor no contestó. Le imbuía 240 un seco respeto el ademán de
desolación 241 de su hermana. Ésta continuó:
—Quería mi dinero. El muy sinvergüenza creía que teníamos mucho dinero; un montón
de dinero.
—¿Por qué no le dijiste a tiempo que entre las dos sólo sumábamos mil duros?
—Hubiera sido mi perdición, hermana. Me hubiera abandonado y yo estaba
enamorada de él.
—Callar es lo que te ha perdido, loca.
—Lo gastó todo, ¿sabes?
—¿Qué?
—Vivió conmigo mientras duró el dinero. Se acabó el dinero, se acabó Dimas. Luego
me dejó tirada como a una perdida. Dimas es un mal hombre, Lola. Es un hombre
perverso y cruel.
Las
escuálidas 242
mejillas
de la
Guindilla
encendieron aún más de lo que habitualmente estaban.
mayor
se
—Es un ladrón. Eso es lo que es. Igual, lo mismo que el otro Dimas —dijo.
Se quedó silenciosa al apagarse su arrebato 243 . Repentinamente los escrúpulos
empezaron a socavarle 244 la conciencia. ¿Qué es lo que había dicho de Dimas, el buen
ladrón? ¿No gustaba el Señor de esta clase de arrepentidos? La Guindilla mayor sintió
un vivo remordimiento. "De todo corazón te pido perdón, Dios mío", se dijo. Y se
propuso que al día siguiente, nada más levantarse, iría a reconciliarse con don José; él
sabría perdonarla y consolarla. Esto era lo que la urgía: un poco de consuelo.
Se pasó, de nuevo, la mano por los ojos, tratando de desvanecer la pesadilla. Luego se
sonó ruidosamente la larga nariz y dijo:
Imbuía: infundir, persuadir
Ademán de desolación: gesto o indicio de pena a la soledad.
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Escuálidas: muy delgadas
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Arrebato: enfermedad súbita y grave
244
Socavarle: debilitar a algo o alguien en el aspecto moral.
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