Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 176
De repente, el valle se había tornado gris y opaco a los ojos de Daniel, el Mochuelo. Y
la luz del día se hizo pálida y macilenta 567 . Y temblaba en el aire una fuerza aún mayor
que la de Paco, el herrero. Pancho, el Sindiós, dijo de aquella fuerza que era el Destino,
pero la Guindilla dijo que era la voluntad del Señor. Como no se ponían de acuerdo,
Daniel se escabulló y entró en el cuarto del herido. Germán, el Tiñoso, estaba muy
blanco y sus labios encerraban una suave y diluida sonrisa.
El Tiñoso sirvió de campo de batalla, durante ocho horas, entre la vida y la muerte.
Llegó la ambulancia de la ciudad con Tomás, el hermano del Tiñoso, que estaba
empleado en una empresa de autobuses. El hermano entró en la casa como loco y en
el pasillo se encontró con Rita, la Tonta, que salía despavorida de la habitación del
enfermo. Se abrazaron madre e hijo de una manera casi eléctrica. La exclamación de
la Tonta fue como un chispazo fulminante.
—Tomás, llegas tarde. Tu hermano acaba de morir — dijo.
Y a Tomás se le saltaron las lágrimas y juró entre dientes como si se rebelara contra
Dios por su impotencia. Y a la puerta de la vivienda las mujeres empezaron a hipar y a
llorar a gritos, y Andrés, "el hombre que de perfil no se le ve", salió también de la
habitación, todo encorvado, como si quisiera ver las pantorrillas de la enana más enana
del mundo. Y Daniel, el Mochuelo, sintió que quería llorar y no se atrevió a hacerlo
porque Roque, el Moñigo, vigilaba sus reacciones sin pestañear, con una rigidez
despótica 568 . Pero le extrañó advertir que ahora todos querían al Tiñoso. Por los hipos
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Flaco y descolorido.
que trata con dureza a sus subordinados y abusa de su poder o autoridad.