Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 148
—Don José —le dijo al cura, al despedirse—, seguiré luchando contra la inmoralidad.
No lo dude. Yo sé el modo de hacerlo.
Y al domingo siguiente, al anochecer, tomó una linterna y salió sola a recorrer los
prados y los montes. Tras los zarzales y en los lugares más recónditos y espesos
encontraba alguna pareja de tórtolos arrullándose. Proyectaba sobre los rostros
confundidos el haz luminoso de la linterna.
—Pascualón,Elena,
estáis en pecado mortal —decía
tan sólo. Y se retiraba.
Así recorrió los alrededores sin fatigarse, repitiendo incansablemente su terrible
admonición:
—Fulano, Fulana, estáis en pecado mortal.
"Ya que los mozos y mozas del pueblo tienen la conciencia acorchada 513 , yo sustituiré
a la voz de su conciencia", se decía. Era una tarea ardua la que echaba sobre sí, pero al
propio tiempo no estaba exenta de atractivos.
513
Dicho de la sensibilidad de alguna parte del cuerpo: embotarse (‖ debilitarse).