Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 143
Eran un poco torvos 498 y adustos 499 y desagradecidos los hombres del valle. No
obstante, un franco espíritu deportivo les infundía un notorio aliento humano. Los
detractores de don José, el cura, como orador, decían que no se podía estimar que
hablase bien un hombre que a cada dos por tres decía "en realidad". Esto era cierto.
Claro que puede hablarse bien diciendo "en realidad" a cada dos por tres. Ambas
cosas, a juicio de Daniel, el Mochuelo, resultaban perfectamente compatibles. Mas
algunos no lo entendían así y si asistían a un sermón de don José era para jugarse el
dinero a pares o nones, sobre las veces que el cura decía, desde el púlpito, "en
realidad". La Guindilla mayor aseguraba que don José decía "en realidad" adrede y que
ya sabía que los hombres tenían por costumbre jugarse el dinero durante los sermones
a pares o nones, pero que lo prefería así, pues siquiera de esta manera le escuchaban
y entre "en realidad" y "en realidad" algo de fundamento les quedaría. De otra forma
se exponía a que los hombres pensaran en la hierba, la lluvia, el maíz o las vacas,
mientras él hablaba, y esto ya sería un mal irremediable.
La gente del valle era obstinadamente individualista. Don Ramón, el alcalde, no mentía
cuando afirmaba que cada individuo del pueblo preferiría morirse antes que mover un
dedo en beneficio de los demás. La gente vivía aislada y sólo se preocupaba de sí
misma. Y a decir verdad, el individualismo feroz del valle sólo se quebraba las tardes
de los domingos, al caer el sol. Entonces los jóvenes se emparejaban y escapaban a los
prados o a los bosques y los viejos se metían en las tascas a fumar y a beber. Esto era
lo malo. Que la gente sólo perdiese su individualismo para satisfacer sus instintos más
bajos.
Don José, el cura, que era un gran santo, arremetió una mañana contra las parejas que
se marchaban a los prados o a los bosques los domingos, al anochecer; contra las que
se apretujaban en el baile cerrado; contra los que se emborrachaban y se jugaban
hasta los pelos en la taberna del Chano y, en fin, contra los que durante los días festivos
segaban el heno o cavaban las patatas o cuchaban los maizales. Fue aquél el día en
que don José, el cura, en un arrebato 500 , se rasgó la sotana de arriba abajo. En
definitiva, el cura no dejó títere con cabeza, ya que en el valle podían contarse con los
dedos de la mano los que dejaban transcurrir una festividad sin escapar a los prados o
a los bosques, apretujarse en el baile cerrado, emborracharse y jugar en la tasca del
Chano o segar el heno, cuchar los maizales o cavar las patatas. El señor cura
afirmó que, "en realidad, el día del Juicio Final habría muy poca gente del pueblo a la
derecha de Nuestro Señor, si las actuales costumbres no se enmendaban
498 De mirada fiera
499 Poco tratable , huraño , malhumorado .
500 Enajenamiento causado por la vehemencia de alguna pasión