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imaginado. En cambio, el Moñigo, allá arriba, receló 489 algo:
—La Sara ha debido decir una bobada, ¿no? El Mochuelo aclaró:
—Los ojos vidriados y desencajados son los de los muertos.
El Moñigo sintió deseos de arrojar un ladrillo sobre la cabeza de su hermana. No
obstante, el Peón sonrió hasta la oreja derecha después de su pasajero estupor 490 .
Debía de necesitar mucho una mujer cuando transigía 491 con aquello sin decir nada.
Tornó a requebrar a la Sara con mayor ahínco y al cuarto de hora, ella estaba como
abobada, con las mejillas rojas y la mirada perdida en el vacío, igual que una
sonámbula. El Peón quiso asegurarse la mujer que necesitaba:
—Te quiero, ¿sabes, Sara? Te querré hasta el fin del mundo. Vendré a verte todos los
días a esta misma hora. Y tú, tú, dime —le cogía una mano otra vez, aparentando un
efervescente apasionamiento—, ¿me querrás siempre?
La Sara le miró como enajenada. Las palabras le acudían a la boca con una fluidez
extraña; era como si ella no fuese ella misma; como si alguien hablase por ella desde
dentro de su cuerpo.
—Le querré, don Moisés —dijo—, hasta que, perdido el uso de los sentidos, el mundo
todo desaparezca de mi vista y gima yo entre las angustias de la última agonía y los
afanes de la muerte.
—¡Así! —dijo el maestro, entusiasmado, y le oprimió las manos y guiñó dos veces los
ojos, y otras cuatro se le distendió 492 la boca hasta la oreja y, al fin, se marchó y antes
de llegar a la esquina volvió varias veces el rostro y sonrió convulsivamente a la Sara.
Así se hicieron novios la Sara y el Peón. Con Daniel, el Mochuelo, estuvieron un poco
desconsiderados, teniendo en cuenta la parte que él había jugado en aquel
entendimiento. Habían sido novios año y medio y ahora que él tenía que marchar al
colegio a empezar a progresar se les ocurría fijar la boda para el dos de noviembre, el
día de las Animas Benditas. Andrés, "el hombre que de
perfil no se le ve", tampoco aprobó aquella fecha y lo dijo así sin veladuras:
Temer, desconfiar o sospechar
Asombro, pasmo
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Consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, a fin de acabar con una
diferencia
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Aflojar, relajar o disminuir la tensión de algo
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