Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 138
la prenda tras de sí, atosigada de rubores.
—Las manos quietas, don Moisés —rezongó 484 . Arriba, en el pajar, el
Moñigo rió quedamente:
—Ji, ji, ji. Es una braga —dijo.
El Mochuelo y el Tiñoso rieron también. La confusión y el aparente enojo de la Sara no
ocultaban un vehemente 485 regodeo. Entonces el Peón comenzó a decirle sin cesar
cosas bonitas de sus ojos y de su boca y de su pelo, sin darle tiempo a respirar, y a la
legua se advertía que el corazón virgen de la Sara, huérfana aún de requiebros 486 ,
se derretía como
el hielo bajo el sol. Al concluir la retahíla de piropos, el maestro se quedó mirando de
cerca, fijamente, a la Sara.
—¿A ver si has aprendido ya cómo son tus ojos, nena?
—dijo.
Ella rió, entontecida.
—¡Qué cosas tiene, don Moisés! —dijo.
Él insistió. Se notaba que la Sara evitaba hablar para no defraudar con sus frases
vulgares al Peón, que era uno de los que mejor hablaban en el pueblo. Sin duda la Sara
quería recordar algo bonito que hubiese leído, algo elevado y poético, pero lo primero
que le vino a las mientes fue lo que más veces había repetido.
—Pues... mis ojos son... son... vidriados y desencajados, don Moisés —dijo, y tornó a
reír en corto, crispadamente.
La Sara se quedó tan terne 487 . La Sara no era lista. Entendía que aquellos adjetivos por
el mero hecho de venir en el devocionario debían ser más apropiados para aplicarlos
a los ángeles que a los hombres y se quedó tan a gusto. Ella interpretó la expresión de
asombro que se dibujó en la cara del maestro favorablemente, como un indicio de
sorpresa al constatar que ella no era tan zafia 488 y ruda como seguramente había él
Gruñir, refunfuñar a lo que se manda, ejecutándolo de mala gana
Ardiente y lleno de pasión
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Persona que tiene relaciones amorosas con otra
487
Perseverante, obstinado
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Dicho de una persona: Grosera o tosca en sus modales, o carente de tacto en sucomportamiento
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