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necesito un hombre. Le espero a las siete en la puerta de mi casa. No me hable jamás de esta carta y quémela. De otro modo me moriría de vergüenza y no volvería a mirarle a usted a la cara. Tropiécese conmigo como por casualidad. Sara". A la hora de comer, Germán, el Tiñoso, introdujo la carta al maestro por debajo de la puerta de su casa y a las siete menos cuarto de aquella misma tarde entraba con Daniel, el Mochuelo, en casa del Moñigo a esperar los acontecimientos desde el ventanuco del pajar. El asunto estaba bien planeado y todo, mas a pique estuvo de venirse abajo. La Sara, como de costumbre, tenía encerrado al Moñigo en el pajar cuando ellos llegaron. Y eran las siete menos cuarto. Daniel, el Mochuelo, presumía que, necesitando como necesitaba el Peón una mujer desde hacía diez años, no se retrasaría ni un solo minuto. La voz de la Sara se desgranaba 470 por el hueco de la escalera. A pesar de haber oído un millón de veces aquella retahíla 471 , Daniel, el Mochuelo, no pudo evitar ahora un estremecimiento: —Cuando mis ojos vidriados y desencajados por el horror de la inminente muerte fijen en Vos sus miradas lánguidas 472 y moribundas... El Moñigo debía saber que eran cerca de las siete, porque respondía atropelladamente, sin dar tiempo a la Sara a concluir la frase: —Jesús misericordioso, tened compasión de mí. La Sara se detuvo al oír que alguien subía la escalera. Eran el Mochuelo y el Tiñoso. —Hola, Sara —dijo el Mochuelo, impaciente—. Perdona al Moñigo, no lo volverá a hacer. —Qué sabes tú lo que ha hecho, zascandil 473 —dijo ella. —Algo malo será. Tú no le castigas nunca sin un motivo. Tú eres justa. Pasar entre los dedos las cuentas del rosario mientras se reza Serie larga de sucesos o cosas no materiales, iguales o análogas, que están, suceden o se mencionan una tras otra 472 Que carece de fuerza, vigor o lozanía. 473 Hombre que va de un lado a otro sin hacer nada de provecho. 470 471