Leemos el camino segundo A leemos el camino A con introducción | Page 135

La Sara sonrió, complacida. —Aguarda un momento —dijo, y prosiguió rápidamente, ansiando dar cuanto antes cima a su castigo: —Cuando perdido el uso de los sentidos, el mundo todo desaparezca de mi vista y gima yo entre las angustias de la última agonía y los afanes de la muerte... —Jesús misericordioso, tened compasión de mí. Sara, ¿has terminado? Ella cerró el devocionario 474 . —Sí. —Ale, abre. —¿Escarmentaste 475 ? —Sí, Sara; hoy me metiste mucho miedo. Se levantó la Sara y abrió la puerta del pajar visiblemente satisfecha. Comenzó a bajar la escalera con lentitud. En el primer rellano 476 se volvió. —Ojo y no hagáis porquerías —dijo, como estremecida por un difuso 477 presentimiento. El Moñigo, el Mochuelo y el Tiñoso se precipitaron hacia el ventanuco del pajar sin cambiar una palabra. El Moñigo retiró las telarañas de un manotazo y se asomó a la calle. Inquirió 478 angustiado el Mochuelo: Libro que contiene varias oraciones para uso de los fieles Aprender de la experiencia propia o ajena para evitar caer en los mismos errores 476 Superficie horizontal y plana, mayor que el escalón, en que termina cada tramo de una escalera 477 Vago, impreciso 478 Indagar, averiguar o examinar cuidadosamente algo 474 475