Lección Didáctica Lección didáctica | Page 21

y entre devotas preces, que dirige al cielo, autor de la concordia, el clero, en nombre del presente Dios, en nombre de su monarca y de su honor, a vista de entrambos bandos y del pueblo entero, a los que tiene puestos ya en la lista de proscripción, fraternidad promete. Celébrase en espléndido banquete la paz; los brindis con risueña cara recibe... y ya en silencio se prepara el desenlace de este drama infando; el mismo sol que vio jurar las paces, Colombia, a tus patriotas vio expirando. A ti también, Javier Ustáriz, cupo mísero fin; atravesado fuiste de hierro atroz a vista de tu esposa que con su llanto enternecer no pudo a tu verdugo, de piedad desnudo; en la tuya y la sangre de sus hijos a un tiempo la infeliz se vio bañada. ¡Oh Maturín! ¡oh lúgubre jornada! ¡Oh día de aflicción a Venezuela, que aún hoy, de tanta pérdida preciosa, apenas con sus glorias se consuela! Tú en tanto en la morada de los justos sin duda el premio, amable Ustáriz, gozas debido a tus fatigas, a tu celo de bajos intereses desprendido; alma incontaminada, noble, pura, de elevados espíritus modelo, aun en la edad oscura en que el premio de honor se dispensaba sólo al que a precio vil su honor vendía, y en que el rubor de la virtud, altivo desdén y rebelión se interpretaba. La música, la dulce poesía ¿son tu delicia ahora, como un día? ¿O a más altos objetos das la mente, y con los héroes, con las almas bellas de la pasada edad y la presente, conversas, y el gran libro desarrollas de los destinos del linaje humano, y los futuros casos de la grande lucha de libertad, que empieza, lees, y su triunfo universal lejano? De mártires que dieron por la patria la vida, el santo coro te rodea: Régulo, Trásea, Marco Bruto, Decio, cuantos inmortaliza Atenas libre, cuantos Esparta y el romano Tibre; los que el bátavo suelo y el helvecio muriendo consagraron, y el britano; Padilla, honor del nombre castellano; Caupolicán y Guacaipuro, altivo, y España osado; con risueña frente Guatimozín te muestra el lecho ardiente; muéstrate Gual la copa del veneno; Luisa el crüento azote; y tú, en el blanco seno, las rojas muestras de homicidas balas, heroica Policarpa, le señalas, tú que viste expirar al caro amante con firme pecho, y por ajenas vidas diste la tuya, en el albor temprano de juventud, a un bárbaro tirano. ¡Miranda! de tu nombre se gloria también Colombia; defensor constante de sus derechos; de las santas leyes, de la severa disciplina amante. Con reverencia ofrezco a tu ceniza este humilde tributo, y la sagrada rama a tu efigie venerable ciño, patriota ilustre, que, proscrito, errante, no olvidaste el cariño del dulce hogar, que vio mecer tu cuna; y ora blanco a las iras de fortuna, ora de sus favores halagado, la libertad americana hiciste tu primer voto, y tu primer cuidado. Osaste, solo, declarar la guerra a los tiranos de tu tierra amada; y desde las orillas de Inglaterra, diste aliento al clarín, que el largo sueño disipó de la América, arrullada por la superstición. Al noble empeño de sus patricios, no faltó tu espada y si, de contratiempos asaltado que a humanos medios resistir no es dado, te fue el ceder forzoso, y en cadena a manos perecer de una perfidia,