Lección Didáctica Lección didáctica | Page 20

¿ Piensas que apagarás con sangre el fuego de libertad en tantas almas grandes? Del Cotopaxi ve a extinguir la hoguera que ceban las entrañas de los Andes. Mira correr la sangre de Rovira, a quien lamentan Mérida y Pamplona; y la de Freites derramada mira, el constante adalid de Barcelona; Ortiz, García de Toledo expira; Granados, Amador, Castillo muere; yace Cabal, de Popayán llorado, llorado de las ciencias; fiera bala el pecho de Camilo Torres hiere; Gutiérrez el postrero aliento exhala; perece Pombo, que, en el banco infausto, el porvenir glorioso de su patria con profético acento te revela; no la íntegra virtud salva a Torices; no la modestia, no el ingenio a Caldas. De luto está cubierta Venezuela, Cundinamarca desolada gime, Quito sus hijos más ilustres llora. Pero ¿ cuál es de tu crueldad el fruto? ¿ A Colombia otra vez Fernando oprime? ¿ Méjico a su visir postrada adora? ¿ El antiguo tributo de un hemisferio esclavo a España llevas? ¿ Puebla la inquisición sus calabozos de americanos; o españolas cortes dan a la servidumbre formas nuevas? ¿ De la sustancia de cien pueblos, graves la avara Cádiz ve volver sus naves? Colombia vence; libertad los vanos cálculos de los déspotas engaña; y fecundos tus triunfos inhumanos, mas que a ti de oro, son de oprobio a España. Pudo a un Cortés, pudo a un Pizarro el mundo la sangre perdonar que derramaron; imperios con la espada conquistaron; mas a ti ni aun la vana, la ilusoria sombra, que llama gloria el vulgo adorador de la fortuna, adorna; aquella efímera victoria que de inermes provincias te hizo dueño, como la aérea fábrica de un sueño desvaneciose, y nada deja, nada a tu nación, excepto la vergüenza de los delitos con que fue comprada. Quien te pone con Alba en paralelo, ¡ oh cuánto yerra! En sangre bañó el suelo de Batavia el ministro de Felipe; pero si fue crüel y sanguinario, bajo no fue; no acomodando al vario semblante de los tiempos su semblante, ya desertor del uno, ya del otro partido, sólo el de su interés siguió constante; no alternativamente fue soldado feroz, patriota falso; no dio a la inquisición su espada un día, y por la libertad lidió el siguiente; ni traficante infame del cadalso, hizo de los indultos granjería.
Musa, cuando las artes españolas a los futuros tiempos recordares, víctimas inmoladas a millares; pueblos en soledades convertidos; la hospitalaria mesa, los altares con sangre fraternal enrojecidos; de exánimes cabezas decoradas las plazas; aun las tumbas ultrajadas; doquiera que se envainan las espadas, entronizado el tribunal de espanto, que llama a cuentas el silencio, el llanto, y el pensamiento a su presencia cita, que premia al delator con la sustancia de la familia mísera proscrita, y a pesó de oro, en nombre de Fernando, vende el permiso de vivir temblando; puede ser que parezcan tus verdades delirios de estragada fantasía que se deleita en figurar horrores; mas ¡ oh de Quito ensangrentadas paces! ¡ oh de Valencia abominable jura! ¿ será jamás que lleguen tus colores, oh Musa, a realidad tan espantosa? A la hostia consagrada, en religiosa solemnidad expuesta, hace testigo del alevoso pacto el jefe ibero;