Lección Didáctica Lección didáctica | Page 19

en tu desolación, ¡oh patria de héroes! tú que, lidiando altiva en la vanguardia de la familia de Colón, la diste de fe constante no excedido ejemplo; y si en tu suelo desgarrado al choque de destructivos terremotos, pudo tremolarse algún tiempo la bandera de los tiranos, en tus nobles hijos viviste inexpugnable, de los hombres y de los elementos vencedora. Renacerás, renacerás ahora; florecerán la paz y la abundancia en tus talados campos; las divinas Musas te harán favorecida estancia, y cubrirán de rosas tus rüinas. ........................... ¡Colombia! ¿qué montaña, qué ribera, qué playa inhospital, donde antes sólo por el furor se vio de la pantera o del caimán el suelo en sangre tinto; cuál selva tan oscura, en tu recinto, cuál queda ya tan solitaria cima, que horror no ponga y grima, de humanas osamentas hoy sembrada, feo padrón del sanguinario instinto que también contra el hombre al hombre anima? Tu libertad ¡cuán caro compraste! ¡cuánta tierra devastada! ¡cuánta familia en triste desamparo! Mas el bien adquirido al precio excede. ¿Y cuánto nombre claro no das también al templo de memoria? Con los de Codro y Curcio el de Ricaurte vivirá, mientras hagan el humano pecho latir la libertad, la gloria. Viole en sangrientas lides el Aragua dar a su patria lustre, a España miedo; el despotismo sus falanges dobla, y aun no sucumbe al número el denuedo. A sorprender se acerca una columna el almacén que con Ricaurte guarda escasa tropa; él, dando de los suyos a la salud lo que a la propia niega, aléjalos de sí; con ledo rostro su intento oculta. Y ya de espeso polvo se cubre el aire, y cerca se oye el trueno del hueco bronce, entre dolientes ayes de inerme vulgo, que a los golpes cae del vencedor; mas no, no impunemente: Ricaurte aguarda de una antorcha armado. Y cuando el puesto que defiende mira de la contraria hueste rodeado, que, ebria de sangre, a fácil presa avanza; cuando el punto fatal, no a la venganza, (que indigna juzga), al alto sacrificio con que llenar el cargo honroso anhela, llegado ve, ¡Viva la Patria! clama; la antorcha aplica; el edificio vuela. Ni tú de Ribas callarás la fama, a quien vio victorioso Niquitao, Horcones, Ocumare, Vigirima, y, dejando otros nombres, que no menos dignos de loa Venezuela estima, Urica, que ilustrarle pudo sola, donde de heroica lanza atravesado mordió la tierra el sanguinario Boves, monstruo de atrocidad más que española. ¿Qué, si de Ribas a los altos hechos dio la fortuna injusto premio al cabo? ¿Qué, si cautivo el español le insulta? ¿Si perecer en el suplicio le hace a vista de los suyos? ¿si su yerta cabeza expone en afrentoso palo? Dispensa a su placer la tiranía la muerte, no la gloria, que acompaña al héroe de la patria en sus cadenas, y su cadalso en luz divina baña. Así expiró también, de honor cubierto, entre víctimas mil, Baraya, a manos de tus viles satélites, Morillo; ni el duro fallo a mitigar fue parte de la mísera hermana el desamparo, que, lutos arrastrando, acompañada de cien matronas, tu clemencia implora. «Muera (respondes) el traidor Baraya, y que a destierro su familia vaya». Baraya muere, mas su ejemplo vive.