Cuanto el valor y el patriotismo pueden,
el patriotismo y el valor agotan;
mas ¡ay! sin fruto. Tú de aquella escena
pintarás el horror, tú que a las sombras
belleza das, y al cuadro de la muerte
sabes encadenar la mente absorta.
Tú pintarás al vencedor furioso
que ni al anciano trémulo perdona,
ni a la inocente edad, y en el regazo
de la insultada madre al hijo inmola.
Pocos reserva a vil suplicio el hierro;
su rabia insana en los demás desfoga
un enemigo que hacer siempre supo,
más que la lid, sangrienta la victoria.
Tú pintarás de Chamberlén el triste
pero glorioso fin. La tierna esposa
herido va a buscar; el débil cuerpo
sobre el acero ensangrentado apoya;
estréchala a su seno. «Libertarme
de un cadalso afrentoso puede sola
la muerte (dice); este postrero abrazo
me la hará dulce; ¡adiós!» Cuando con
pronta
herida va a matarse, ella, atajando
el brazo, alzado ya, «¿tú a la deshonra,
tú a ignominiosa servidumbre, a insultos
más que la muerte horribles, me abandonas?
Para sufrir la afrenta, falta (dice)
valor en mí; para imitarte, sobra.
Muramos ambos». Hieren
a un tiempo dos aceros
entrambos pechos; abrazados mueren.
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Pero ¿al de Margarita qué otro nombre
deslucirá? ¿donde hasta el sexo blando
con los varones las fatigas duras
y los peligros de la guerra pa rte;
donde a los defensores de la patria
forzoso fue, para lidiar, las armas
al enemigo arrebatar lidiando;
donde el caudillo, a quien armó Fernando
de su poder y de sus fuerzas todas
para que de venganzas le saciara,
al inexperto campesino vulgo
que sus falanges denodado acosa,
el campo deja en fuga ignominiosa?
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Ni menor prez los tiempos venideros
a la virtud darán de Cartagena.
No la domó el valor; no al hambre cede,
que sus guerreros ciento a ciento siega.
Nadie a partidos viles presta oídos;
cuantos un resto de vigor conservan,
lánzanse al mar, y la enemiga flota
en mal seguros leños atraviesan.
Mas no el destierro su constancia abate,
ni a la desgracia la cerviz doblegan;
y si una orilla dejan, que profana
la usurpación, y las venganzas yerman,
ya a verla volverán bajo estandartes
que a coronar el patriotismo fuerzan
a la fortuna, y les darán los cielos
a indignas manos arrancar la presa.
En tanto, por las calles silenciosas,
acaudillando armada soldadesca,
entre infectos cadáveres, y vivos
en que la estampa de la Parca impresa
se mira ya, su abominable triunfo
la restaurada inquisición pasea;
con sacrílegos himnos los altares
haciendo resonar, a su honda cueva
desciende enhambrecida, y en las ansias
de atormentados mártires se ceba.
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¿Y qué diré de la ciudad que ha dado
a la sagrada lid tanto caudillo?
¡Ah que entre escombros olvidar pareces,
turbio Catuche, tu camino usado!
¿Por qué en tu margen el rumor festivo
calló? ¿Dó está la torre bulliciosa
que pregonar solía,
de antorchas coronada,
la pompa augusta del solemne día?
Entre las rotas cúpulas que oyeron
sacros ritos ayer, torpes reptiles
anidan, y en la sala que gozosos
banquetes vio y amores, hoy sacude
la grama del erial su infausta espiga.
Pero más bella y grande resplandeces