En este orden de ideas, hay que tener varios
puntos en cuenta. Primero, la investigación no
necesariamente lleva a producir conocimientos
nuevos. Segundo, el conocimiento no se acumula
por inercia a través del tiempo. Tercero, y más
importante, la producción de conocimiento
depende de las instituciones, organizaciones e
individuos que la mediatizan. Teniendo todo esto
en mente, la cuestión que surge es si se puede
«producir conocimiento», sin antes establecer
políticas para mejorar el aprendizaje y la enseñanza
del conocimiento, sin diseñar mejores métodos
para transmitirlo, sin que haya medidas para
preservarlo. En parte, la deficiencia del sistema
educativo panameño viene de fallas en los métodos.
Si estas condiciones se dan, la base de la producción
del conocimiento —y de la innovación—, que son
las de haber obtenido conocimientos previos, ya
sea acumulados o nuevos, que incluyen las
mismas habilidades para aprender e investigar,
también es deficiente.
La mayor duda que viene a la mente es qué tanto
de ilusión hay en el discurso político y académico
en la idea de que en un país con tan poca población,
con tan pocos científicos, con un sistema educativo
con amplias falencias y con pocos recursos surjan
grandes investigadores que con sus «innovaciones»
pongan al país a competir en el ámbito
internacional. ¿Basta con tener una pequeña
élite de graduados en universidades extranjeras,
de mayor o menor prestigio, involucrados en
investigación (y no tanto en la docencia) para
crear una cultura de la investigación, innovar y
producir conocimiento?
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