A tantas palomas de la felicidad,
a tantos cigarrillos
de cuando creíamos que la ciudad era un jardín
en cuyo centro había un árbol de dulces
que nos traía el abuelo si maduraban,
envueltas en plástico bajo los ramajes del café,
sus voces frías exigen
que seamos nuevamente lo que fuimos.
No los escuches, sólo mi voz es cierta.
Nunca volveremos a ser lo que fuimos,
porque, todo lo que fuimos, nunca fue.
Sin embargo, no tengas miedo.
Lo haré con dignidad,
toda la fuerza de mi vida la pondré en los pedales.
No despiertes.
Que nos vean desde la tierra y sepan
qué frío es el sueño y qué alto y qué bueno es amarse entre su espuma real,
y su confluencia de amaneceres vivos.
Albeiro Guiral
Danza de Colores
Hermosas mariposas haladas
Llenas de dulzura, llenas de alegría
Hermosa danza de colores
Que nos llena de alegría ¡hermosa!
Que de flor en flor
Buscan el dulce néctar
Dulces y frágiles como un cristal
Hermosas como un diamante
Alegran mi vida cuando las veo
Parecen amigas, amigas tan lejanas
Que no las puedo alcanzar
Pero eso no importa
Me complazco con solo verlas
Ver aquellas criaturas aladas
Que mientras danzan juntas en el aire
Forman una hermosa danza de colores.
Nohemí Solarte
SoÑadores
de Letras
LA BICICLETA ENTREDORMIDA
No despiertes aunque la ciudad
nos dispare sus números,
sus carros, sus peatones exhaustos,
aunque nos empuje la espuma ficticia del río
donde confluyen todos los podridos amaneceres
de la historia, y desenvuelva hasta nosotros
sus calles como látigos.
No tengas miedo:
Siempre saldrá alguien a proteger la fantasía
detrás de cada puerta que toquemos,
aladas sombrillas como manos gigantes de queridos muertos,
pájaros feroces, libros como escudos.
No podremos caer, no temas.
Somos una bandada de aerociclistas,
más allá de los confines del mundo haremos patria aparte.
Sólo huele el algodón de azúcar de las nubes
que nos ofrece un viejo al pasar con su carrito a toda prisa.
Oye apenas el eco de su campana,
y la cucharita que cae y golpea tal vez
los más bajos tejados
y despierta a otros que duermen en un cuento
con nombre de perro y ojos de ceniza.
No despiertes, niñez mía.
Sé que me oyes, no despiertes.
Aún cantan los recolectores
en las montañas lejanas.
Estamos por encima del yacimiento de la lluvia
que los besa con labial morado.
Hablemos de Letras
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