Las Hurdes, Tierra sin pan (1933):Notas sobre el documental de Buñuel | Page 17
sólo una historia sino múltiples historias, dando cabida a la recepción activa y
posibilitando con ello que el espectador acabe de construir el film, de ahí su
peculiaridad y su riqueza, que trasciende la actualidad filmada y los acontecimientos
históricos que remiten al contexto histórico de su realización.
Hay planos que vienen a ser casi citas de otras obras suyas, como el del burro
muerto y comido de abejas – aunque, en realidad, tanto el burro como las abejas fueron
depositados por los miembros del equipo de Buñuel- que remite a los últimos
fotogramas de Un perro andaluz (1929) y, en última instancia, a la experiencia de la
muerte en su niñez, como el propio Buñuel nos relata: «Cierto día me paseaba con mi
madre por un olivar cuando la brisa llevó hasta mi olfato un olor dulzón y repugnante. A
unos cien metros de nosotros un burro muerto, horriblemente hinchado, servía de
banquete a una docena de buitres. El espectáculo me atraía y a la vez me repelía. Ahítas,
las aves apenas podían remontar el vuelo. Los campesinos no enterraban las bestias
muertas por creer que al descomponerse abonaban la tierra. Quedé como fascinado ante
aquella visión y, aparte de su grosero materialismo, tuve una vaga intuición de su
significado metafísico» 25 . La metáfora visual de la muerte aparece en la cinta no sólo a
través de la imagen del burro, sino en otras ocasiones, como en los planos de las
calaveras situadas en dos hornacinas junto a la cruz y, al cierre del film, con el pregón
de la noche. La escena del entierro fluvial haría referencia más bien a la vida, de la cual
la muerte también forma parte, a través de la rica metáfora del río. La vida es
renovación, mudanza, muerte y renacimiento: la vida es entendida aquí por Buñuel de
forma cíclica acercándose a lema heraclíteo del “πἀντα ῤεῖ”, al mito de la trasmigración
de las almas de Platón 26 o al pensamiento de las culturas orientales como la de la India
donde, de forma muy significativa, estos rituales se celebran en el Ganges.
En lo referente a la fotografía habría que destacar la destrucción de la
perspectiva que lleva a cabo el operador Eli Lotar con la que nos remontaría al
primitivismo del cinematógrafo de los orígenes a través de imágenes planas y austeras
convirtiéndose la forma fílmica misma en algo prístino como metáfora de la realidad
captada por el objetivo y consiguiendo de esta manera la coincidencia o coherencia
entre forma y contenido. Los encuadres remiten –según las afirmaciones de Conley e
Ibarz- a la tradición pictórica española del Renacimiento y del Barroco, sobre todo en lo
referente a los planos de los enanos y cretinos, que nos recuerdan a lienzos de Goya y
Velázquez.
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