Las Hurdes, Tierra sin pan (1933):Notas sobre el documental de Buñuel | Page 14
Las Hurdes (1933) es el reflejo de una comunidad casi neolítica, como hemos
comentado, la otra cara de la moneda de la sociedad industrializada y de la idea
moderna de progreso, que se encuentra no en una selva perdida del Amazonas, ni en una
isla paradisíaca de los mares del Sur, ni en los gélidos confines de la Tierra, sino a
escasos kilómetros de Madrid o Salamanca; porque, tal y como pensaba Buñuel, para
encontrar lo pintoresco no hace falta ir tan lejos sino, más bien, echar un vistazo a las
entrañas de nuestra propia cultura, porque lo pintoresco forma parte de nuestra propia
realidad social y antropológica. Con una organización social autosuficiente y cerrada en
sí misma, en Las Hurdes (1933) los únicos elementos que nos permitirían identificar esa
comunidad como española son, además del croquis geográfico que nos muestra Buñuel,
el dialecto jurdano –que no oímos- y los símbolos religiosos.
Tierra sin pan (1933) puede ser también la metáfora providente de la España de
la autarquía, atrasada, rural y minifundista y el reflejo de la tragedia de la existencia
terrena del ser humano tras ser expulsado del Paraíso y condenado a trabajar la tierra
con el sudor de su frente y a parir a sus hijos con dolor 20 tal y como lo reflejaría la
negación –muy acorde con las creencias religiosas de Buñuel- que aparece en el título
de su versión inglesa: Unpromised land. Las Hurdes (1933) refleja una realidad
antropológica: la crudeza de la existencia humana sin paliativos, sin el maquillaje de la
cultura, de nuestra cultura del progreso y el bienestar. Por ello pensamos que indagar en
esta obra de Buñuel y en las condiciones de su realización supone al mismo tiempo
indagar en la Historia de España, preguntarnos por qué fue habitada una tierra tan hostil.
Mercé Ibarz 21 apunta una posible respuesta haciendo referencia a los comentarios
contenidos en la tesis de Legendre, que describe Las Hurdes como una población de
proscritos, marginados, perseguidos y fuera de la ley desde tiempos de los Reyes
Católicos. En este sentido, Buñuel nos estaría obligando a hacer aquello que Michel
Foucault denominó arqueología de la Historia, a desenterrar nuestra memoria colectiva
levantando capas cuidadosamente como hacen los arqueólogos y ésta es una forma
sincrónica de hacer historia que, como venimos justificando, estaría muy relacionada
con el pensamiento de la posmodernidad y con el propio Foucault. Podríamos
preguntarnos si es Buñuel un arqueólogo de la Historia, de la cultura y del inconsciente
en el ámbito del cine como lo es Foucault en el ámbito de la Filosofía. Las Hurdes
(1933) como documental y, en cierto sentido, toda obra audiovisual que pretenda
reconstruir la memoria colectiva, sería un ejemplo no sólo de Historia del Cine, sino
también de Historia en el cine.
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