22 Salvador Carracedo Dapena
—Porque allí fue donde se estrelló un joven con su moto el
año pasado. Lo recogieron ya cadáver, al pobre.
Roger volvió a sentir el escalofrío. Con la misma sensación
de susto se encerró en su habitación y se dispuso a escuchar lo
que contenía la cinta para salir de dudas. Conforme avanzaba
la grabación, comenzó a tener mala conciencia. Le parecía estar
invadiendo la intimidad de dos personas. No tenía ningún
derecho a entrar en su vida privada y enterarse de sus secretos.
Pero, por otra parte, le eran desconocidas. Y entre dudas y
desasosiego, continuó. Al terminar, Roger se sentía incómodo
e intranquilo por lo que ahora sabía. Era una pena que el mensaje
de Pedro no hubiera podido llegar a su novia. Se había
ido atormentado y ella seguiría, sin duda, decepcionada. Este
mensaje no podía perderse. Y preocupado, estuvo largo rato
dándole vueltas al tema en su cabeza. Había que hacer algo.
Roger salió de la habitación y pidió a sus padres más información
sobre el accidente. Por ellos supo que el cadáver
había sido conducido primeramente al Hospital de Tremp,
y más tarde al tanatorio. Era necesario, por tanto, recurrir a
esas instituciones para lograr el objetivo que deseaba. En ellas
le informaron de que las autoridades, después de examinar la
documentación que acompañaba a la víctima del accidente,
se habían puesto en contacto con la familia, que residía en
la ciudad de Plasencia, provincia de Cáceres. La familia, en
cuanto recibió la triste noticia, se presentó para trasladar los
restos a su tierra. En el expediente constaban todos los datos,
incluida su dirección.
Fue en el tanatorio donde Roger obtuvo información que
no constaba en los archivos. Una vez que el encargado del servicio
oficial había cumplido con su cometido, mandó llamar a
la persona que se había ocupado de la relación con los padres
del difunto hasta el momento de su traslado. Era conocido