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Las huellas de la vida 11 calor, imágenes, ruidos…— que logran sumergir al lector en un universo creíble y real. Asimismo, el autor sabe exponer los miedos, deseos y alegrías que experimentan los personajes, logrando tanto la identificación del lector como el aumento progresivo de la tensión narrativa. Resulta especialmente destacable la recreación de algunos de los paisajes, que traspasa la mera función descriptiva para despertar una emoción intensa, sugiriendo esa sensación de fragilidad que experimentamos los seres humanos frente a la fuerza de la naturaleza. Cada uno de estos relatos contiene su propia perla, relacionada con ese universo que acabamos de mencionar. Un trato en la majada logra sugerir todo aquello que sucede sin hacerlo explícito, a través de la mirada de un niño; el final de «La noche en Valdinfierno» pone de manifiesto un potente contraste entre el alivio de sobrevivir y el sentimiento de culpa; el título de «Pobres Perros» se carga de doble sentido a medida que avanza el relato, que sugiere una de las imágenes más poéticas del conjunto: ese tonel bailando sobre el agua. Pasajes, en fin, poblados de detalles dirigidos directamente a los sentidos; como el que hallamos en «La vaquera de Toroño», que describe un sugerente silencio tan solo roto por las esquilas y las ruedas, cuando parece que la propia naturaleza se pone de duelo con sus nubes negras. No queremos desvelar más, pues es nuestro deseo rememorar estos pequeños detalles como pura invitación a la lectura. Tan solo quedaría destacar, en referencia a este grupo de relatos, que el autor va variando con destreza sus recursos narrativos, utilizando aquellos que mejor se adecuan a cada caso. Por ejemplo, en «Los sueños de Desi», se desmarca de los puntos de vista internos para plantear un narrador externo capaz de adentrarse en la subjetividad de los personajes, con especial viveza respecto a sus sueños, miedos, dudas. Además