-Ese Ponyta…- comenzó a hablar el anciano- no puede ser, eso era lo que buscaban, ahora… lo entiendo, por eso vinieron a la aldea.
El anciano apenas podía hablar y se había dado cuenta, abrió su chaqueta, y saco una especie de libreta medio chamuscada, y se la tendió al chico, que la cogió casi sin pensarlo.
-¿De qué estás hablando viejo?- pregunto desconcertado Zenel- ¿Quién quería llevarse qué?- insistió, pero el señor Lobra estaba ya muy cansado.
-El Ponyta… tienes que irte lejos de la aldea… lo buscan- perdía fuerzas por milésimas- prométeme una cosa Zenel…
-Lo que sea viejo, dímelo- respondió el muchacho, estaba confuso y temblando pero no sabía de frio o por el momento.
-Tienes… tienes que ganar la liga pokémon… hazte entrenador… solo así… tu padre…tu…- el viejo señor Lobra perdió todas sus fuerzas, y con ellas la consciencia.
Se escucho otra fuerte explosión, seguida de un par más, el chico miró en esa dirección, casi por instinto, y le pareció ver lo que a su parecer eran sombras de humanos, y Pokémon acercándose, a través de las llamas, entre el espeso humo.
-¡Están aquí otra vez! – gritó una voz dulce y melódica, Zenel la miró, y la reconoció al instante, era su amiga de la infancia, Úrsula, una chica joven y estilizada, con una larga melena, de la que siempre alardeaba delante del muchacho, sabiendo que él también tenía intención de dejarse crecer el pelo. La chica también llevaba el pijama puesto, n conjunto de pantalón corto y camiseta de tirantes, azul claro, con un dibujo de un Jiglyppuf en el pecho, difuminado y de color rosa muy claro, en el que se le veía echándose una cabezada pacíficamente, muy en contraste con la escena actual, de tensión, miedo y desconcierto.