Lapid Volumen #111, Mayo 2014 | Page 7

La eterna soñadora La trayectoria de la atleta paralímpica Pascale Bercovich, desde las vías del tren de un suburbio de París, donde se debatió entre la vida y la muerte, después de haber sido atropellada por un tren, al Monte Herzl, donde encendió una antorcha para conmemorar el 66 aniversario de la Independencia del Estado de Israel, es un caso de estudio sobre la fuerza de voluntad. Esta inmigrante francesa de 45 años, además de ser una lograda periodista, es autora y directora de documentales, que ha trabajado por toda Europa y África. Su mayor logro, sin embargo, es haber logrado todo esto en Israel. A los 17 años, cuando iba de camino a la escuela secundaria, se cayó bajo el tren que estaba a punto de salir, perdiendo sus dos piernas. Yaciendo sola en los rieles en la nieve durante 47 minutos, Pascale vivió una experiencia cercana a la muerte espiritual. Después, durante las ocho horas que duró su rescate, despierta y ya consciente de su nueva condición, tomó la decisión que cambió su vida para siempre. Ella sabía que nada podría detenerla otra vez, ni un tren, ni una convención social, ni su familia o el miedo. Armada con la inquebrantable creencia de que nada podía detenerla, Pascale siguió su sueño de vivir en Israel. En el verano de 1985, siete meses después de tener ambas piernas amputadas hasta el muslo, c ontra viento y marea, luchar contra familiares escépticos y emisarios de aliá pesimistas, voló sola a este país totalmente nuevo. Su equipaje consistía en una maleta, una silla de ruedas, 2.000 Shekel en el bolsillo y tres palabras en hebreo. Se enroló en el Ejército de Defensa de Israel como su primera voluntaria parapléjica y fue instructora en el programa de Sar-El, donde voluntarios extranjeros sirven en el ejército por temporadas cortas. Su decisión de vivir en Israel no fue algo sobreentendido para una chica que creció en un típico entorno católico francés, ni siquiera consciente de su ascendencia judía (su padre es judío) hasta que cumplió 13 años. Incluso entonces, ese era un tema del que no se hablaba en casa. Tenía ya 30 años cuando supo que parte de su familia había perecido en el Holocausto. Durante su servicio militar se convirtió al judaísmo, algo que ella considera como una formalidad. Aunque creció sabiendo poco sobre el sionismo, Bercovich es en muchos aspectos sionista desde la cuna. Ella es inamovible, una idealista impulsada por las palabras de un hombre del que no había oído hablar durante su infancia en un aburrido barrio obrero de París: “Si quieren, esto no es un sueño”. 7