Mejor así, o si no en una de esas no se le habría ocurrido entrar a los talleres literarios. Talleres que nos dejaron descubrir a este hermoso ser humano, porque en cada escritura que realizó un pedazo de su esencia nos dejó, esto lo dicen varias personas. Hasta el mismo inmigrante y escritor Roberto Bolaño lo admiró y ayudó a que sus escritos alcanzaran a todo el mundo, si era re importante lo que contaba.
En este mundo de palabras junto al partido comunista, encontró a la familia que su homosexualidad le habría quitado. Gladys Marín fue parte de su familia hasta que murió.
En su militancia en el partido comunista también muy agradable su estadía no la hicieron, pero clarito se las cantó. De tacones y con una oz pintada en la cara, les leyó “Hablo por mi diferencia”, dejando parte de su vida al descubierto. Esta no fue la única intervención que realizó. Junto a su amigo Francisco Casas dúo de corte performatico se caracterizó por sabotear lanzamientos de libros, exposiciones de arte y actos políticos, apareciéndose de manera sorpresiva y provocadora, instalándose en el territorio chileno como un fenómeno de la contracultura. Si hasta besos al futuro candidato presidencial Ricardo Lagos le dio.
Lemebel tenía un verdadero afán de redención, y esas mismas posturas desafiantes de ir contra el orden establecido, eran una forma de purificación que él buscaba. Búsqueda que tenía que terminar. Toda su vida arrancó de esta enfermedad que les da a los maricones, porque eso piensan algunos. Pero no fue nada el Sida que cerró los ojos de Lemebel. Si no que fue el cáncer. Como él iba a poder sobrevivir al sida, la vida se encargó de que se cruzara con otro casi igual o peor de destructivo. Tres años alcanzó a luchar, cuando su alma ya no pudo mantenerse en la tierra, nos dejó, sin haber conocido jamás el amor, eso es algo que la vida le quedó debiendo eternamente.