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El Tarugo (Hippocamelus antisensis, Cervidae): Mitos, Creencias y Prácticas en la Cordillera Blanca del Perú Cuando sabemos que una vaca reacciona furiosamente al probar la sal por primera vez, el argumento de Rigoberto es perfectamente lógico y se comprende el peligro que existe en introducir esta substancia en una grieta. La grieta es, en efecto, la boca del glaciar-tarugo y todo ocurre como si este último, en un esfuerzo inconmensurable para resistir a la domesticación, se pusiera a babear y a escupir la sal. Después de este ataque de rabia, la boca del glaciar se vuelve a cerrar. La domesticación es, pues, un juego muy peligroso y aleatorio, donde nada está asegurado de antemano. El rahu tarush es ya sea víctima de la domesticación, ya sea asesino. El hombre logra domesticarlo o el rahu tarush se lo come. En esta perspectiva, la aparente contradicción entre los puntos de vista de mis dos informantes sobre el rol de la sal se resuelve. Pues, ¿no se puede considerar que cada uno de ellos refleja, a fin de cuentas, una de las salidas posibles (el éxito o el fracaso) de la tentativa de domesticación? Sin embargo, para completar las informaciones de mis amigos, me pareció oportuno intentar conocer el punto de vista de los hieleros, esos campesinos de los pueblos que suben a cortar bloques de hielo en las franjas del glaciar. Los Ritos y Costumbres de los Hieleros El hielo era antaño muy buscado en la cordillera, y vendido en los mercados como golosina durante las fiestas. A pesar de que actualmente su extracción está limitada por los reglamentos del Parque Nacional del Huascarán, algunos hieleros se dedican todavía hoy en día a esta actividad. Fui a encontrarme con estos hombres, hace unos veinte años, en el glaciar de Miyururi, por encima de Huaraz. Me habían explicado que cuando se iban a un glaciar virgen de toda explotación, tenían que hacer ofrendas de coca, cigarrillos y alcohol: si no, se exponían a la cólera del glaciar. Esta se manifestaba, entre otras formas, a través de la caída de bloques de hielo y avalanchas. Luego, a medida que los hombres regresaban para explotar el mismo lugar, el glaciar se “acostumbraba” a su presencia. Los hieleros no tenían entonces nada que temer y estaban incluso dispensados de hacer ofrendas (Walter, 2002). Pero, a pesar de este vínculo de acostumbramiento que unía a los hieleros con el glaciar, la confianza nunca estaba totalmente asegurada. Es lo que surge de un testimonio del viejo Makshi, ex hielero, que me confió que cuando cortaba antaño los bloques de hielo, tenía la costumbre de recoger los fragmentos y chuparlos con unas pizcas de sal. Esta práctica permitía, según él, de preservarse contra el apetito del rahu tarush. Volvemos a encontrar aquí, entonces, la importancia de la sal, investida de una función de protección contra el salvajismo del glaciar. Conclusión Al final de este recorrido, que nos ha llevado a las crestas de altura y hasta el borde de los glaciares, solo podemos estar maravillados por el imaginario de los habitantes de la Cordillera. En particular por la dimensión mítica prodigiosa de la que el tarugo está investido. Hace unos veinte años, todas estas creencias y prácticas estaban muy vivaces, pero hoy en día parecería que han caído –por lo menos en parte– en el olvido. Y me pregunto. ¿Cuántos campesinos reconocen todavía hoy en día en una avalancha al soplo del rahu tarush? ¿Qué queda del lado “mágico” de la caza, la cual ha disminuido fuertemente estos últimos años? En vez de estar enmarcada en una rica relación de reciprocidad y de intercambio con los antepasados, hay razones serias para temer que se transforme en simple caza furtiva ilícita. Hoy en día, cuando paso por los pueblos y encuentro a los descendientes de mis antiguos informantes (de los cuales una buena cantidad han fallecido), ellos me piden a menudo que les cuente las historias de antaño: “¡Tú las conoces mejor que nosotros! Dinos lo que te contó nuestro abuelo o bisabuelo…”. El interés que estos jóvenes muestran por su propia cultura –a pesar de la modernidad que llega a los poblados– es para mí una señal de esperanza. Quizás no todo esté perdido. La confianza que me manifiestan, el rol de transmisión que me dan, pidiéndome que les relate las creencias de sus ancestros, representan para mí la más bella recompensa por todos estos años pasados (¡y por pasar todavía!) en el terreno, recorriendo esas montañas tan bellas, y a dialogar con sus habitantes míticos o bien reales… Referencias Barrio, J. (2007). Análisis de viabilidad poblacional de la Taruka Hippocamelus antisensis (D’Órbigny, 1834) (Cervidae) en el sur del Perú. Revista Peruana de Biología, 14(2), 193-200. Barrio, J. y Ferreyra, N. (2008). Hippocamelus antisensis. En The IUCN Red List of Threatened Species 2008: e.T10053A3156943.http://www.iucnredlist.org/ details/10053/0 Barrio, J. (2010). Taruka Hippocamelus antisensis (D’Orbigny 1834). En Barbanti Duarte, J. M. y González, S. (Eds.). Neotropical cervidology: Biology and medicine of Latin American deer, 77-88. Jaboticabal, Brazil, FUNEP y Gland, Suiza, IUCN. Barrio, J. (2013). Hippocamelus antisensis (Artiodactyla: Cervidae). Mammalian Species, 45(901), 49-59. Revista de Glaciares y Ecosistemas de Montaña 2 (2017): 103-114 113