LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 86
Markus Zusak
La ladrona de libros
unas cuantas palabras acompañadas de una sonrisa. Tenía los labios suaves. Y
voz apagada.
Llegaron juntos en el tren de Munich. Las viejas tensiones no tardaron en
aflorar.
BREVE HISTORIA DEL
ENFRENTAMIENTO DE
HANS HUBERMANN CON SU HIJO
El joven era nazi, su padre no. En opinión de Hans hijo, su
padre pertenecía a una Alemania vieja y decrépita, la Alemania
que permitía que los demás se aprovecharan de ella mientras
su propia gente sufría. Por ser joven, estaba al tanto de que
llamaban a su padre Der Juden Maler —el pintor judío—
porque pintaba en casas judías. Después tuvo lugar un
incidente que en breve pasaré a relatarte: el día que, justo a
punto de unirse al partido, Hans lo echó todo a perder. Era
sabido que no debían cubrirse con pintura los comentarios
antisemitas escritos en las tiendas judías. Ese comportamiento
no era bueno ni para Alemania ni para el transgresor.
—Bueno, ¿ya te han dejado entrar? —Hans hijo retomó la conversación
donde la habían dejado en Navidad.
—¿Dónde?
—¿Dónde va a ser? En el partido.
—No, creo que se han olvidado de mí.
—Ya, ¿y lo has vuelto a intentar? No puedes quedarte ahí sentado
esperando que el nuevo mundo se adapte a ti, eres tú el que tiene que
adaptarse... A pesar de los errores pasados.
Hans lo miró.
—¿Errores? He cometido muchos errores en mi vida, pero no militar en el
Partido Nazi no es uno de ellos. Todavía tienen mi solicitud, ya lo sabes, pero
no he tenido tiempo de ir a preguntar. Sólo...
En ese momento se produjo un gran escalofrío.
Entró grácilmente por la ventana, con la corriente de aire. Tal vez fuera la
brisa del Tercer Reich que soplaba con fuerzas renovadas, o quizá volvía a ser el
aliento de Europa. En cualquier caso se interpuso entre ellos cuando sus ojos
metálicos entrechocaron como latas en la cocina.
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