LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 417
Markus Zusak
La ladrona de libros
Los aviones con caja torácica
En la tercera página ya tenía la mano dolorida.
«Cómo pesan las palabras», pensó, pero a medida que transcurría la noche
consiguió completar once páginas.
PÁGINA 1
«Intento hacer oídos sordos, pero sé que todo empezó con el
tren y la nieve y la tos de mi hermano. Ese día robé el primer
libro, un manual para cavar sepulturas. Me hice con él de
camino a Himmelstrasse...»
Se quedó dormida en el sótano, sobre un lecho de sábanas viejas, con el
papel rizado en los bordes sobre el bote de pintura más alto. Por la mañana,
Rosa se alzaba vigilante sobre ella con sus ojos clorados de mirada inquisitiva.
—Liesel, ¿qué puñetas haces aquí abajo? —preguntó.
—Escribo, mamá.
—Jesús, María y José. —Rosa volvió a subir, pisoteando los escalones—. Te
quiero arriba en cinco minutos o probarás mi medicina. Verstehst?
—De acuerdo.
Liesel bajaba al sótano todas las noches y nunca se separaba del libro.
Escribía durante horas, intentando completar cada noche diez páginas de su
vida. Había muchas cosas que debía tener en cuenta, tantas que corrían peligro
de quedar fuera. Sé paciente, se decía, y la fuerza de su puño y letra fue
aumentando al tiempo que la pila de páginas.
A veces escribía sobre lo que ocurría en el sótano mientras escribía. Había
llegado hasta el momento en que su padre la había abofeteado en los escalones
de la iglesia y habían «heilhitlereado» juntos. Enfrente, Hans Hubermann
estaba guardando el acordeón. Había estado tocando media hora, mientras
Liesel trabajaba.
417