LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 416
Markus Zusak
La ladrona de libros
—Estás de guasa.
—Me ha traído un regalo.
Al final resultaría que Ilsa Hermann no sólo le había entregado un libro ese
día, sino también una razón para pasar más tiempo en el sótano, el lugar
favorito de Liesel Meminger, primero con su padre y luego con Max. Le había
entregado una razón para escribir sus propias palabras, para que descubriera
que las palabras también le habían salvado la vida.
De noche, cuando sus padres dormían, Liesel bajó al sótano con sigilo y
encendió la lámpara de queroseno. Durante la primera hora estuvo mirando
fijamente el lápiz y el papel. Se obligó a recordar y, como solía hacer, no apartó
la mirada.
Schreibe, se exhortó. Escribe.
Más de dos horas después, Liesel Meminger empezó a escribir sin saber si
iba a salirle bien. ¿Cómo iba a adivinar que alguien recogería su historia y la
llevaría consigo a todas partes?
Nadie espera esas cosas.
No las planea.
Liesel escogió un pequeño bote de pintura como asiento, uno grande como
mesa y hundió el lápiz en la primera página. En el centro, escribió lo siguiente:
«LA LADRONA DE LIBROS»
un breve relato
de
Liesel Meminger
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