LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 351
Markus Zusak
La ladrona de libros
Entre octubre y diciembre había desfilado otra procesión de judíos, y aún
llegaría una más. Como en la ocasión anterior, Liesel había corrido a
Münchenstrasse, pero esta vez para ver si Max Vandenburg estaba entre ellos.
Se debatía entre la obvia necesidad que sentía de verlo —y saber que estaba
vivo— y de no verlo, lo que podría significar muchas cosas, entre ellas la
libertad.
A mediados de diciembre hicieron desfilar por Münchenstrasse a otro
pequeño grupo de judíos y criminales, de camino a Dachau. Procesión número
tres.
Rudy se dirigió muy resuelto a Himmelstrasse y salió del número treinta y
cinco con una bolsita y dos bicicletas.
—¿Te apuntas, Saumensch?
EL CONTENIDO DE LA BOLSA
DE RUDY
Seis trozos de pan duro partidos en cuatro.
Adelantaron a la procesión montados en sus bicicletas, en dirección a
Dachau, y se detuvieron en un tramo de carretera donde no había nadie. Rudy
le pasó la bolsa a Liesel.
—Coge un puñado.
—No sé si es buena idea.
Rudy le puso un trozo de pan en la mano.
—Tu padre lo hizo.
¿Qué se podía responder a eso? Bien valía un latigazo.
—Si somos rápidos, no nos cogerán. —Empezó a esparcir el pan—. Mueve
el culo, Saumensch.
Liesel no pudo evitarlo. En su rostro se dibujó un atisbo de sonrisa cuando
Rudy Steiner, su mejor amigo, y ella repartieron los trozos de pan por la
carretera. Una vez listos, recogieron las bicicletas y se escondieron entre los
árboles de Navidad.
La carretera era fría y recta. Los soldados y los judíos no tardaron mucho en
aparecer.
Liesel miró al chico entre las sombras de los árboles. Cómo habían
cambiado las cosas, de ladrón de fruta a repartidor de pan. El cabello rubio,
aunque estaba oscureciéndosele, parecía iluminado por las velas. A Liesel le
sonaban las tripas... y él repartía pan entre la gente.
¿Era eso Alemania?
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