LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 332

Markus Zusak La ladrona de libros Castigo En las cartillas de racionamiento de la Alemania nazi no se contemplaba el castigo, pero todo el mundo recibió su ración. Para algunos fue morir en un país extranjero durante la guerra. Para otros, la pobreza y el sentimiento de culpabilidad al terminar la guerra, cuando se hicieron seis millones de descubrimientos por toda Europa. Mucha gente debió de ver llegar su castigo, pero sólo un pequeño porcentaje lo recibió con los brazos abiertos. Una de esas personas fue Hans Hubermann. No se ayuda a un judío en la calle. No se debe ocultar uno en el sótano. Al principio, el castigo fue su conciencia. La irresponsabilidad de haber forzado la partida de Max Vandenburg lo atormentaba. Liesel veía la culpa sentada junto al plato de su padre mientras él ignoraba la comida, o a su lado en el puente del río Amper. Ya no tocaba el acordeón. Su optimismo de ojos plateados estaba herido, paralizado. Y por si eso no fuera suficiente, sólo se trataba del principio. El verdadero castigo llegó por correo un miércoles a principios de noviembre. A primera vista parecían buenas noticias.  LA CARTA DE LA COCINA  Nos complace informarle de que su solicitud de afiliación al NSDAP ha sido aprobada... —¿En el Partido Nazi? —se extrañó Rosa—. Creía que no te querían. —No me querían. Hans se sentó y releyó la carta. No lo iban a procesar por traición o por ayudar a un judío o por nada por el estilo. A Hans Hubermann lo iban a recompensar, al menos según algunos. ¿Cómo era posible? —Tiene que haber algo más. 332