LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 331
Markus Zusak
La ladrona de libros
El primero y el tercero.
—El primero fuiste tú, Schwarz —aseguró Rudy. Luego se dirigió a Olaf
Spiegel—. ¿Quién fue el tercero?
Spiegel hizo sus cálculos. ¿Se refería al tercero de la cola o al tercero en
pasar la revisión? No importaba. Lo único que sabía era lo que quería creer.
—Creo que fuiste tú.
—Y una mierda, Spiegel, fuiste tú.
UNA PEQUEÑA CERTEZA
Los hombres con abrigos largos sabían quién fue el tercero.
Al día siguiente de la visita en Himmelstrasse, Rudy se sentó a la puerta de casa con Liesel y le
contó la odisea, hasta el último detalle. Dio su brazo a torcer y confesó lo que había sucedido en
el colegio el día que lo sacaron de clase. Incluso rieron cuando le describió a la colosal enfermera
y la cara que había puesto Jürgen Schwarz. Sin embargo, la mayor parte del relato estuvo repleta
de angustia, sobre todo cuando llegó a las voces de la cocina y los cadáveres de las fichas de
dominó.
Liesel no pudo quitarse esa imagen de la cabeza durante varios días.
La revisión médica de los tres chicos o, para ser honesta, la de Rudy.
Tumbada en la cama, echaba de menos a Max, se preguntaba dónde se encontraría, rezaba para
que estuviera vivo, pero en algún lugar, entre todo lo demás, aparecía Rudy.
Brillaba en la oscuridad, completamente desnudo.
Era una imagen que la aterraba, sobre todo el momento en que lo obligaban a retirar las manos.
Por desconcertante que fuera, no sabía por qué, pero no podía dejar de pensar en ello.
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