LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 321
Markus Zusak
La ladrona de libros
saliva en la comisura de sus labios. El aroma a café era fortísimo y la imagen de
la estúpida compasión de Hans Hubermann seguía en el aire. Era como un
número o una dirección. Si lo repites muchas veces, queda.
El primer intento pasó sin pena ni gloria, pero el segundo empujón con el
hombro le hizo levantar la cabeza de la mesa como si lo hubieran zarandeado.
—¿Ya están aquí?
—No, papá, soy yo.
Apuró el rancio poso de café que había en la taza. La nuez subió y bajó.
—A estas horas ya deberían haberse pasado por aquí. ¿Por qué no han
venido, Liesel?
Era un insulto.
Ya deberían haberse pasado por la casa y haberla registrado de arriba abajo
en busca de cualquier indicio de traición o complicidad con los judíos, pero al
parecer Max se había ido sin motivo alguno. Podría haber seguido durmiendo
en el sótano o dibujando en su cuaderno.
—¿Cómo podías saber que no iban a venir, papá?
—Lo que tendría que haber sabido es que no debía darle pan a ese hombre.
No lo pensé.
—Papá, no has hecho nada malo.
—No te creo.
Se levantó y salió por la puerta de la cocina, que dejó entornada. Y para
colmo se anunciaba una mañana espléndida.
Cuatro días después, Hans caminó un largo trecho siguiendo la orilla del
Amper. Regresó con una nota, que dejó encima de la mesa de la cocina.
Al cabo de una semana, Hans Hubermann todavía seguía esperando su
castigo. Los azotes de la espalda estaban cicatrizando y se pasaba casi todo el
tiempo haraganeando por Molching. Frau Diller le escupía a los pies. Frau
Holtzapfel, fiel a su palabra, había dejado de escupir en la puerta de los
Hubermann, pero había encontrado un sustituto.
—Lo sabía, sucio amigo de los judíos —lo insultaba la tendera.
Hans deambulaba ajeno a todo y Liesel a menudo lo encontraba en el
Amper, en el puente. Los brazos apoyados en la barandilla e inclinado hacia
delante. Los niños pasaban en bicicleta por su lado o corrían dando voces,
haciendo crujir la madera bajo sus pies. Nada de todo eso lo conmovía lo más
mínimo.
«DICCIONARIO DE DEFINICIONES»
DEFINICIÓN N.°8
Nacbtrauern - Arrepentimiento: pesadumbre colmada de
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