LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 297

Markus Zusak La ladrona de libros En su segunda huida, pronto distinguió la figura lejana de Rudy en el puente. El viento le empapaba el pelo. Sus pies pedaleaban como si bracearan. Liesel Meminger era una criminal. Pero no porque hubiera entrado a robar un puñado de libros por una ventana abierta. Tendrías que haber llamado, pensó, y aunque era una reflexión cargada de culpa, también se apreciaba el juvenil rastro de la risa. Intentó decirse algo mientras pedaleaba. No mereces ser tan feliz, Liesel. En absoluto. ¿Se puede robar la felicidad? ¿O es sólo otro infernal truco humano? Liesel se sacudió los pensamientos de encima. Cruzó el puente y apremió a Rudy para que se pusiera en marcha y no se olvidara el libro. Volvieron a casa en las bicicletas oxidadas. Volvieron a casa como tenían por costumbre, pasando del verano al otoño y de una noche tranquila al fragor de las bombas sobre Munich. 297