LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 296
Markus Zusak
La ladrona de libros
—Va a tu nombre.
El río corría.
Liesel la cogió.
LA CARTA»
Querida Liesel:
Ya sé que me consideras patética y detestable (busca esta palabra si no la conoces), pero
debo decirte que no soy tan tonta como para no percatarme de tus pisadas en la biblioteca.
Cuando eché en falta el primer libro, pensé que tal vez lo había puesto en otro sitio, pero luego
vi las huellas de unos pies en el suelo, donde daba la luz.
Me hicieron sonreír.
Me alegré al saber que te habías llevado lo que te pertenecía, pero cometí el error de creer
que ahí se acababa todo.
Tendría que haberme enfadado cuando volviste, pero no lo hice. La última vez te oí, pero
decidí dejarte tranquila. Sólo te puedes llevar un libro cada vez y tendrías que entrar un millar
de veces para llevártelos todos. Lo único que espero es que algún día llames a la puerta principal
y entres en la biblioteca de una manera más civilizada.
Permíteme volver a disculparme por no poder seguir disponiendo de los servicios de tu
madre.
Por último, espero que este diccionario te resulte útil cuando estés leyendo los libros
robados.
Atentamente,
I LSA H ERMANN
—Será mejor que volvamos a casa —sugirió Rudy, pero Liesel no se movió.
—¿Te importaría esperarme aquí cinco minutos?
—Claro.
Liesel se arrastró hasta el número ocho de la Grandestrasse y se dirigió
hacia la entrada principal que tanto había frecuentado. Rudy se había quedado
con el libro, pero ella tenía la carta. Iba frotando los dedos contra el papel
doblado. Los escalones se le hacían cada vez más pesados. Por cuatro veces
intentó llamar a la amedrentadora puerta, pero no consiguió reunir suficiente
valor para hacerlo. Únicamente llegó a colocar los nudillos sobre la cálida
madera, con suavidad.
Su hermano vino a su encuentro de nuevo.
—Vamos, Liesel, llama —la animó al final de los escalones.
La rodilla se le estaba curando.
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