LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 27
Markus Zusak
La ladrona de libros
UNA PALABRA RARA
Kommunist
Liesel la había oído muchas veces en los últimos años.
«Comunista.»
Conocía pensiones atestadas, habitaciones repletas de preguntas... y esa
palabra. Esa extraña palabra siempre estaba ahí, en alguna parte, en un rincón,
al acecho, vigilando desde la oscuridad. Llevaba traje, uniforme. No importaba
adónde fueran, allí estaba cada vez que su padre salía a colación. Podía olerla y
saborearla en el paladar. No sabía cómo se escribía ni la comprendía. Cuando le
preguntó a su madre el significado, le respondió que no tenía importancia, no
debía preocuparse por esas cosas. En una de las pensiones había una mujer que
intentó enseñar a escribir a los niños dibujando con un trozo de carbón sobre la
pared. Liesel estuvo tentada de preguntarle el significado, pero nunca encontró
el momento. Un día se la llevaron para hacerle unas preguntas. No regresó
jamás.
Cuando Liesel llegó a Molching tuvo al menos la sensación de estar a salvo,
pero eso no era ningún consuelo. Si su madre la quería, ¿por qué la había
abandonado en la puerta de unos desconocidos? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué?
A pesar de que conocía la respuesta —aunque vagamente— no parecía
satisfacerla. Su madre siempre estaba enferma y el dinero nunca llegaba para
que se curara por completo. Liesel lo sabía, pero eso no significaba que lo
aceptara. No importaban las veces que le habían dicho que la querían, no
reconocía ninguna prueba de ello en su abandono. Nada cambiaba el hecho de
que era una criatura esquelética y perdida en un lugar nuevo y extraño,
rodeada de gente extraña. Sola.
Los Hubermann vivían en una de las casitas con forma de caja de
Himmelstrasse: unas habitaciones, una cocina y un baño exterior que
compartían con los vecinos. La vivienda tenía el tejado plano y un sótano para
almacenar cosas. Pero no tenía la «profundidad adecuada»; y aunque en 1939
eso todavía no representaba ningún problema, más tarde, en 1942 y 1943, sí lo
fue. Cuando comenzaron los bombardeos aéreos, siempre tenían que salir
corriendo en busca de un refugio más seguro.
Al principio, lo que más le impactó de la familia fue su procacidad verbal,
sobre todo por la vehemencia y asiduidad con que se desataba. La última
palabra siempre era Saumensch o bien Saukerl o Arschloch. Para los que no estén
familiarizados con estas palabras, me explico: Sau, como todos sabemos, hace
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